De Viloco a Medellín. El trasfondo de la trama // Silvia Rivera Cusicanqui
Quizás
fueron las resonancias del mito de las heroínas de la Coronilla las que
inspiraron a las y los cochabambinxs de a pie a feminizar el apelativo para su
aerolínea estrella Lloyd Aéreo Boliviano, para ellxs simplemente “La Lloyd”.
Desde su fundación, la compañía fue ganando un prestigio sólido por sus estándares
de calidad y seguridad. Era su momento estelar cuando les cayó como un rayo un
accidente, y era también un momento estelar para el futbol boliviano, pues ese
año, por primera y única vez, pobres y modestos como somos, tuvimos un galardón
internacional como país. Pocos meses antes, el 15 de marzo de 1963, se había
precipitado entre los cerros de la localidad minera de Viloco un avión Douglas
DC-6B de La Lloyd, y allí murió todo el equipo del Strongest. Era un clásico
equipo paceño en el que militaba toda mi familia materna (lo que explica mi
aversión por ese deporte) pero a mí me impactó más la muerte de dos profesores
míos del Saint Andrew´s, que iban en el mismo avión. Diría que fue por culpa de
estos gringos Maryknoll, almas benditas, que me volví socialista y atea, porque
ellos habían convertido sus clases de religión en prédica anticomunista.
Pero
vuelvo al hilo del relato. La Lloyd –
sus pilotos, su gente, sus técnicos y profesionales, sus azafatas y
controladoras aéreas – se recuperó del shock poniendo más esfuerzos en la
seriedad de su trabajo, en la calidad y seguridad de sus vuelos, en la calidez
de la atención a sus pasajeros. A tal punto de ser reconocida en toda su
trayectoria – empañada por ese único accidente - con varios premios
internacionales y de haber creado una escuela de pilotos para todo el
continente. Pero la crisis inflacionaria
de los ochenta y el aterrizaje forzado de los noventa le dieron duro. Y sus
despojos fueron pignorados en la infame privatización (eufemismo =
relocalización). Yo asistí a la muerte de La Lloyd, pasando carnavales
encerrada en un hotelucho de Miami, con el hombro fracturado, porque por gil (y
por leal) había insistido que me compren el boleto en esa empresa, y no en
American. Después de tres días de espera tuve que abordar un vuelo de Aerosur,
competidora privada de la línea estatal, sin
mis maletas y muerta de pena por la muerte del LAB. Era el mes de marzo
del año 2006, y yo había votado por Evo Morales en vísperas de la navidad del
2005.
Fue
la euforia del momento. La borrachera de palabras. La fe a pesar de todo en que
“la fuerza de la masa” acabaría por imponerse. O la amenaza de la media luna,
qué sería. Pero no nos dimos cuenta entonces del profundo significado que tendría
la accidentada vida de La Lloyd en nuestra conciencia como habitantes de esta
tierra. Sólo ahora podremos, quizás, comprender sus nexos con los oscuros
momentos del presente. Porque la historia de La Lloyd es la alegoría de una
trama más profunda. La de los complicados sucesos que rodearon otro accidente aéreo
de tinte aún más impactante, ocurrido el 28 de noviembre del 2016 en una localidad cercana a Medellín.
Gracias
a Oscar Olivera y Raquel Gutiérrez Aguilar, la historia, ni tan secreta ni tan
lejana de La Lloyd puede ser hoy comprendida a cabalidad. Considero a Oscar un
activista del agua y de la vida, desde entonces hasta hoy, y respeto su opción
por el activismo ecológico. Pero Raquel es además escritora y pensadora, y fue testiga
privilegiada de los sucesos de esa década insurgente. ¿Qué llevó a la
liquidación de La Lloyd, una aerolínea que ofrecía todas las condiciones para
renacer estatal y socialmente al amparo de un “proceso de cambio” que parecía prometer
tanto? Cito extensamente a la autora,
cuyo análisis ha sido recientemente reeditado en Cochabamba (2015):
La
empresa aérea boliviana, “Lloyd”, como se la conocía en Bolivia, tuvo su sede
en Cochabamba. En tal sentido, los pilotos, azafatas y demás personal de la
empresa conocieron – y muchos participaron en – la ola de luchas y
levantamientos en torno a la defensa del agua que en esa ciudad comenzó en el
2000. En particular, presenciaron y participaron en múltiples y variadas
deliberaciones sobre un tema crucial para la transformación de las relaciones
sociales, cuya discusión fue central en relación a la gestión y usufructo
legítimo del agua. (…) Este tema se discutía en Bolivia de maneras muy diversas
en aquellos años y todo tipo de argumentos en torno a cómo hacer tal cosa
posible se diseminaron tras la llamada Guerra del Gas.
Raquel
expone luego el detallado plan de rescate y relanzamiento que elaboraron los sindicatos
y asociaciones laborales de esa empresa, a la que habían dado sus mejores años.
Todos y todas se mostraron dispuestxs a trabajar duro y a arriesgar sus propias
pensiones de vejez. Y lo más importante en
tiempos de cálculos racionales: la solidez económica y la viabilidad política
del proyecto parecían incuestionables. Volvamos a su texto:
Así,
en marzo del 2006, tras ponerse de acuerdo respecto a las líneas generales del
“rescate” del (La) Lloyd, los trabajadores decidieron ir a proponerle sus ideas
a Morales y su gobierno para que entre todos establecieran un plan de acción.
Iban a hablar con él en tanto lo
consideraban un aliado y, además, se requerían diversos apoyos desde el propio
gobierno, sobre todo respaldo político. Estaban eufóricos. Los más críticos a
la economía neoliberal no dejaban de explicar a toda la demás gente el conjunto
de virtudes de su plan: se recuperaba una empresa antes privatizada y, de pasada, se quitaba de manos del
capital financiero al menos una parte del ahorro de los trabajadores (…) En
fin, confiaban en que podían abrir, con cautela y paso a paso, un camino nuevo
para reapropiarse de la empresa y ensayar formas de autogestión.
No
ocurrió nada de lo anterior. Evo Morales los recibió, los escuchó, les dijo que
iba a preguntar a sus asesores internos y externos sobre las posibilidades de
llevar a cabo lo que exponían los trabajadores y, después de ello, nunca más
volvió a recibirlos. El gobierno de
Morales no quiso pensar, para nada, en dicha posibilidad. Los trabajadores de (La) Lloyd, apoyados por
otros sectores trabajadores y populares de la ciudad de Cochabamba, así como
por la Coordinadora del Agua y de la Vida, se movilizaron varias veces a lo
largo de 2006 exigiendo una discusión de fondo sobre lo que proponían. Querían
un diálogo público con Evo y su gobierno sobre el plan que tenían. Nunca fue
atendida su exigencia
Finalmente,
hacia fines del mes, los trabajadores, junto con sus vecinos y activistas de
Cochabamba, tomaron el aeropuerto y fueron violentamente desalojados. Se les
amenazó con cárcel y el gobierno armó una campaña de propaganda insistiendo en
que el plan de los pilotos no era
factible. Así, a sólo dos meses de haber ocupado el palacio el gobierno
manifestó a quién pertenecía la prerrogativa de tomar las decisiones.
A
la luz de los sucesos recientes, hay que volver a preguntarse ¿a quién
pertenecía esa prerrogativa, cuando Evo todavía hablaba del “mandar
obedeciendo”? ¿A quiénes pertenece ahora, que sólo habla de mandar? ¿Quiénes
eran esos “asesores internos y externos” que decretaron la muerte de LAB? ¿Quiénes
lo son ahora, que insuflan vidas artificiales al TAM? ¿Tienen algo que ver con
la FAB? ¿Tienen algo que ver con Quintana y García Linera, o lo tenían entonces?
Para
responder a estas preguntas, tenemos la ventaja de estos 10 años transcurridos,
pero sobre todo de la irrupción reveladora que fue el accidente de LaMia en Medellín.
Significativamente, este hecho le costó
también, al igual que en Viloco, la vida a todo un equipo de fútbol, más
popular y meritorio que el propio Strongest: el Chapecoense, oriundo de una
pequeña ciudad del sur del Brasil. Lo extraño es que el escándalo provocado por
los entretelones del suceso afectó también al TAM y a la propia FAB, en un
efecto dominó que no ha dejado de desatar todo tipo de conjeturas. Yo lanzo la
mía. ¿No serían los militares de esta
fuerza quienes incubaban, desde hace 10 años, el plan de expropiación de
recursos estatales – y de las luchas de todo un pueblo – que comenzó con la
muerte de La Lloyd y convirtió al TAM en una caja de pandora? ¿Qué operadores
políticos del MAS tomaron la iniciativa en esas decisiones, y cómo convencieron
al resto de intelectuales y militantes que esto era lo mejor y más patriótico
que podía hacerse? Con qué entramado
teórico y discursivo nos engatusaron? Estas preguntas ya no aluden al
anecdotario de una o dos aerolíneas, sino a la estructura misma del proyecto
estatal que nos ocupa y que nos preocupa.
La
Fuerza Aérea Boliviana ha sido favorecida con cuantiosos recursos estatales
durante los largos años del gobierno del MAS, pero no queda atrás la Fuerza
Naval, que entre otros datos, tiene construidos cuarteles e innumerables sitios
de observación en toda la Amazonía boliviana, particularmente en zonas de alto
nivel de vulnerabilidad ecológica y riqueza maderera y castañera. Entre ambas –
y esto debería averiguarlo el periodismo de investigación serio – han debido
hacerse de una tajada no despreciable del IDH, del FONDIOC y de diversas
fuentes de recursos, estatales y no estatales (internos y externos). Se han
multiplicado los recursos y proyectos de construcción, industrialización y
aeronáutica. Todos y cada uno de ellos aparecen envueltos en una nube de
sospecha y de corrupción. Baste recordar la fábrica de ácido sulfúrico de
Eucaliptus (si bien existía desde antes de Morales, recientemente ha sido
“capitalizada”), o el satélite Tupak Katari, los 5 aviones truchos comprados
para el TAM, y finalmente, la deuda de 70 millones de bolivianos en impuestos
que debe al Estado, mientras los pequeños negocios son extorsionados. ¿Qué
pacto de impunidad firmó Evo Morales con las FFAA para aceptar estos desmanes?
Tal pacto ya asomaba cabeza en la cruel represión a las y los trabajadores de La
Lloyd. Pero sigamos recolectando
indicios ¿Por qué tanta sordera ante la
demanda de desclasificar sus archivos, por qué la imposibilidad de sancionar o
siquiera investigar sus crímenes? ¿Por qué los actos represivos perpetrados por
las FFAA (Chaparina, Tacovo Mora y muchos más) nunca son investigados? ¿Por qué
están en la cárcel los oficiales de baja graduación que demandaban
“descolonizar a las fuerzas armadas”? ¿Quiénes en realidad manejan el estado y
el poder en Bolivia detrás de la cortina de palabras del MAS, de la humareda de
incienso en el parlamento y de las borracheras del CONALCAM? Si se está
hablando de reelección ¿a qué poder corporativo nos quieren imponer que
elijamos, bajo la máscara del indio Evo Morales?