Lo diabólico // Silvio Lang
¿Qué hace un cuerpo cuando ya no es obediente respecto del modo en
que fue constituido, o de la imagen que de él existe, o cuando sus órganos
dejan de actuar de acuerdo al mapa de
esa creación? Se histeriza: empieza a ser cargado por un conjunto de fuerzas e
inventa los modos de relacionarse con esas fuerzas. Ahí,
se deforma. La crueldad en
Artaud, según Deleuze, es la violencia que hace
perder la buena forma. Sin embargo, en ese deformarse hay creación. La
herida, el desgarro, la destrucción de la buena forma es lo que hace que
empiece a aparecer algo que Deleuze llamará anomal.
No es normal, ni anormal, más bien, se autonomiza del problema de la norma,
pasa cuajar por su cuenta. Este juego del cuerpo y de las fuerzas tienen algo
de diabólico, de abierta rebeldía a dios (“Para terminar con el Juicio de
Dios”, Artaud).
El teatro de las
fuerzas
Cuerpo sin órganos es el producto
de una práctica de desgarramiento o deformación del cuerpo. Y ello se lo hace
por medio de lo que Artaud llamaba atletismo
afectivo. ¿Qué es lo que se busca cuando un cuerpo es desorganizado o sale
de la organización de sus órganos? ¿Qué se gana cuando el cuerpo sale del mapa
organizado y pasa a un mapa intensivo? Lo que se gana es un cuerpo abierto al
campo de los afectos o intensidades. Con
la crueldad pasamos al cuerpo sin órganos y obtenemos la figura como pura presencia donde cada uno de sus órganos actúa de
forma polivalente. Este atletismo
afectivo es como los atletas con los músculos, la misma pasión por la
fuerza, pero no en los músculos si no en el plano de los afectos. El “teatro de
la crueldad” de Artaud da este cuerpo de un activismo de los afectos. La crueldad es el punto de pasaje entre
la buena forma y la figura afectiva.
Los afectos son el punto donde los fuerzas tocan el cuerpo; un afecto es la
singularidad de una fuerza tocando otra fuerza. La histeria es este cuerpo
ultra-afectado porque los órganos se han vuelto polivalentes. Si como define Spinoza el cuerpo es la
capacidad de afectar y ser afectado el cuerpo
sin órganos aumenta la capacidad infinita de ser afectado hasta convertirse
en un registro muy sutil sobre las fuerzas. Por un atletismo afectivo se pasa del teatro de la representación al teatro de las fuerzas. En este teatro se
desgarra la forma para captar la figura
que es pura presencia de los afectos, donde éstos son fuerzas. Se trata de
darle forma a estas fuerzas.
Comunidad de las
artes
Para Deleuze el arte es el problema de cómo lo no orgánico de la vida
se sirve de lo material y lo orgánico. En la pintura, por ejemplo, nos servimos
de un conjunto de aspectos técnicos, que
varían según las épocas, al servicio de una relación con lo no orgánico: la
presencia de fuerzas en el cuerpo. Estás fuerzas para Deleuze son básicamente
pictóricas. La pintura capta un tipo de materialidad que es la de las
fuerzas. Lo que es más fluido en el cuerpo –su sistema nervioso- se escapa de
lo que es más estructurante en el cuerpo –los huesos y los órganos. En la música
el problema será la traslación. La fuga de la música organiza todas sus
disposiciones técnicas para darnos la experiencia de la desterritorialización.
“Hay una comunidad de las artes, un problema común”, se trata de “captar
fuerzas”, dice Deleuze en el capítulo 8 de, Francis
Bacon. Lógica de la sensación. La
fuerza es la condición de la sensación: si la fuerza no afecta no hay
sensación. La sensación hace sentir algo pero lo que sentimos no es la fuerza:
necesitamos al pintor, al músico para que hagan visibles y sonoras las fuerzas.
La música y la pintura se vuelven sobre las fuerzas para saber qué son. Las
“nociones comunes” de Spinoza serán estás “ideas expresivas” que son las figuras que crea la comunidad de las artes con las “fuerzas insensibles” del
mundo. La sensación se vuelve sobre las
fuerzas y produce un sentido sobre ellas. “La vida es un proceso de
humanización de las fuerzas”, dirá Deleuze, en “Pericles y Verdi. Filosofía en François Chatelet”. Cuando la sensación se vuelve sobre las
fuerzas encuentra “el grito”, que Deleuze teorizará desde el Van Gogh de
Artaud.
Micropolítica
del cuerpo
Suely Rolnik dice que el cuerpo tiene dos planos: una de la
representación que llama “sujeto” -es el
cuerpo organizado, donde tenemos un mapa de referencias y categorías que nos
permiten vivir. Luego, reconoce una zona que llama “fuera-del-sujeto”, que no
capta referencias, ni categorías, si no las fuerzas reales del mundo que
desestabilizan al sujeto. Esta zona podríamos llamarla,
usando la noción de Artaud con Deleuze, cuerpo
sin órganos. La subjetivación occidental se ha hecho fuerte en el primer
plano, mientras que cada día soportamos menos las desestabilizaciones del
mundo. Por lo general, reaccionamos de dos grandes maneras: o con culpa porque
cuando nos desestabilizamos creemos que estamos fracasando e intentamos
compensarlo con las mil formas que las actuales micropolíticas nos proveen; o
bien, paranoicamente, adjudicando un mal a otro cuando lo que está sucediendo
es una desestabilización afectiva. El cuerpo
sin órganos, en cambio, no otorga una función única a cada órgano, si no
una capacidad plástica de ligar con las fuerzas que nos desestabilizan para
construir territorios existenciales. La desestabilización no es el horror sino
la vida misma. La vida como una “tormenta”, dirá Felix Guattari, donde podemos
trabajar para crear formas nuevas, figuras, territorios existenciales. Cada vez
que nuestro mapa de referencias y categorías no funciona podemos reactualizarlo
activando esta zona afectiva. El juego representación-sensibilización está en
movimiento, pues. Se trata de lo que hacemos para romper con “el juicio de
dios”, con la semejanza, con el régimen de representación hasta hacer aparecer
el caos de la fuerza del mundo. ¡Qué aparezca lo diabólico!
(Reseña del encuentro del 24 de mayo de 2016 del grupo de estudio
“Spinoza y nosotros”, coordinado por Diego Sztulwark)