Las q’eqchi’s de Sepur Zarco: voces que nos hace justicia a las mujeres // Gladys TzulTzul
En honor a Bertha Cáceres,
compañera
lenca que fue vilmente asesinada en
Honduras.
I.
De nuevo las voces q’eqchie’s de las 15
mujeres de Sepur Zarco nos interpelan y emocionan a las comunidades indígenas y
a la sociedad guatemalteca en general. Ellas, con sus testimonios narraron con gestos
indignados los mecanismos de como funcionó la guerra en Guatemala, de ahí que nos
queda claro que la esclavitud sexual y doméstica de las mujeres es piedra
angular para querer someter a las comunidades y despojarles de su territorio.
Las palabras que salen desde Sepur
Zarco nos alcanzan y nos hacen justicia a las mujeres indígenas y las del mundo
en los siguientes términos: primero porque su presencia en el Tribunal de Mayor
Riesgo A, nos muestran que después de 30 años ellas tienen la fuerza y el
coraje para denunciar y exigir que nunca más se repitan la esclavitud sexual y
doméstica; segundo porque a pesar del dolor han generado estrategias comunales
para hacer posible la vida de ellas y de sus comunidades; si lo que la guerra buscaba
era exterminar a las tramas comunales que luchaban por la tierra, no lo logró completamente,
pues las mujeres son la muestra viviente de que la lucha comunal por la tierra y
por la vida es actual. Y finalmente porque sus cuerpos y sus voces que día a
día estaban en el tribunal resquebrajaron los imaginarios acerca del supuesto “sometimiento
en un mundo casi oscuro sin amor, sin afecto y sin placer en el que vivimos las
mujeres indígenas” ,tácito consenso que comparten los sectores conservadores
con los progresistas, contrario a ello, nostrxs
con mucha emoción casi tanta como la indignación nos encontramos varias generaciones
de indígenas en los pasillos de las torres de tribunales, y en la Sala de
Vistas de la Corte Suprema de Justicia para escucharles a ellas y para llorar
de rabia cuando ellas lloraban debajo de sus rebozos al recordar la muerte de
sus esposo y de sus hijos a quienes seguramente amaron intensamente. –Éste es
un punto de polémica con varios articulistas en Guatemala, me referiré mas
adelante a ello-
Pensemos simbólicamente: así como
ocurrió cuando las comunidades ixiles sentaron en el banco de los acusados a
Ríos Montt y a Rodríguez Sánchez, se puso al revés la estructura jurídica,
porque llegamos las comunidades en calidad de acusadores de los militares y no
a defendernos de ellos; vale la pena decir que justo por esos días en la misma
torre de tribunales, estaban frente a una juez los presos políticos Rigoberto
Juárez y Domingo Balatzar[1]acompañados
de sus esposas. Entonces, Sepur Zarco fracturó efímeramente ese orden simbólico
del estado colonial que criminaliza a los indígenas. Fracturarlo con más
perdurabilidad es una tarea pendiente, es posible, así los muestra la herencia
que nos dejan las mujeres de Sepur, de las ixiles y de las miles y miles de
mujeres que lucharon contra el reclutamiento forzoso de sus hijos y buscaban a
sus esposos, como doña Rosalina Tuyuc de CONAVIGUA –Comisión Nacional de Viudas
de Guatemala-o a las que organizaron el refugio en México como doña María
Guadalupe Domingo de Mamá Maquín. -Organización de mujeres que luchan por la
tierra en la región de Huehetenango-.
II.
Después de celebrado el juicio se
exhibió con mayor claridad la triada: despojo
territorial-esclavitud sexual y doméstica-formas de resistir y de gestionar la
vida. Ésta triada puede dar luces para comprender desde otro lugar la
lógica que operó en el periodo de la guerra guatemalteca; y son justamente las
mujeres de Sepur Zarco quienes nos dotan de luz para ello.
Quiero proponer otra voz para comprender
el esquema de la guerra desde el punto de vista de las mujeres, y es el que nos
presenta Silvia Federici, cuando analiza que para establecer el sistema
capitalista, fue preciso jerarquizar, someter y matar a miles y miles de
mujeres; dice Federici que en la edad media se lanzaron una serie de ofensivas
contra las mujeres para debilitar el conjunto general y con ellos lograron
despojar de las tierras a las comunidades campesinas de las Europa medieval. La
violencia de la matanza de estas mujeres y de esas comunidades en la edad
media, es comparable a las masivas campañas de tierra arrasada que ocurrieron
en las comunidades indígenas en Guatemala, y como ya evidencian los
testimonios, los huesos y las osamentas de Sepur Zarco.
“Un ejército no funciona si no hay
quien hace de comer y quien le hace sexo” me dijo Silvia en una conversación
que sostuvimos en noviembre de 2015 en Puebla, México cuando se refería la
violencia ejercida hacia las mujeres en Kenia por el ejército de Boko Haram.
Con más claridad y cargadas por más de 30 años de luchas las mujeres q’eqchi’s confirman
este argumento cuando dijeron: “Cuando
nos violaban, nos ponían una arma en el pecho y nos decían: en vez de patrullar
tenés que hacer esto”; “Nos obligaban a
cocinar y a lavar la ropa”, y “Mis
hijos no tienen tierra para vivir y
sembrar”. Hay una concatenación entre la tortura sexual y el despojo de las tierras delas familias y las
comunidades, porque ahí estaban los cuarteles ocupando territorios.[2]Pero
no perdamos de vista ni por un segundo que ante estas embestidas de violencia,
las mujeres entre ellas misma desarrollaron maneras de vivir y de seguir la
vida; seguramente que entre ellas mismas y en alianza con algunos hombres de su
familia lograron gestionar la vida después de la muerte de sus esposos. De lo
contrario no se explicarían su vida actual. ¿Cómo analizan ellas las actuales
luchas por la tierra en el Valle del Polochic? ¿Cómo han participado en
las marchas que reclaman la restitución
de tierras?, seguramente varias de ellas también participan activamente en esas
luchas. Sin duda la fuerza de las luchas en Las Verapaces y del Polochic contra
la devastación de los bosques, las que piden la expulsión de las empresas que
contaminan el Lago de Izabal, o quienes quieren expulsar a la compañía petrolera,
son alentadas por ellas. Las luchas de las comunidades en esos sectores siguen
siendo potentes, porque lo que buscan es conservar y controlar los medios de
vida.
III.
“Imagina que nunca conociste el amor. Imagina
que los noviazgos no existen. Que nadie jamás te explique qué es la
menstruación, o cómo se produce un embarazo. Imagina que alguien extraño llega
a “pedirte”, que da dinero a tus padres a cambio de “poseerte”. Imagina que
para lo único que te han educado —sin saber leer ni escribir— en toda tu vida
es para ser “esposa” pero no hay quién te indique lo que eso implica. Nadie
tampoco te explicó cómo tener sexo —lo básico de un coito— y entonces, desde el
matrimonio, te violan, te duele. Tu rol social, el único posible es ser la
“esposa de alguien” que te mantiene, que te da ropa, comida. Imagina que ese es
el status social, la mayor aspiración de toda tu vida. Imagina entonces que
llegan los soldados, te esclavizan y te violan, y de tajo desaparecen todo
aquello en lo que has creído”
Así dice
un extracto del polémico reportaje escrito por
Oswaldo Hernández, titulado “La Justicia
de los Perrajes” publicado en Plaza Pública un día después de que se leyó la
sentencia; si bien el periodista comienza de manera enfática diciendo que no
son mujeres débiles porque sólo mujeres fuertes pueden llevar a juicio a los
militares; sin embargo cuando llega al punto denominado Ser mujer en el Valle
del Polochic, Hernández queda inscrito en el imaginario que varios sectores,
incluyendo los progresistas tienen sobre la vida de las mujeres y los hombres
indígenas en las comunidades. El extracto que coloque al inicio de éste acápite
inocente e ignorantemente clausura toda posibilidad de amor, sensualidad,
erotismo y cálculo político de las mujeres indígenas. Dicho fragmento del
reportaje fue de los más compartidos en las redes sociales, y no desde una
posición crítica. Me pregunto acerca del objetivo del reportaje ¿Ese fragmento
fue pensado cómo crítica, cómo apoyo a las luchas de las mujeres? ¿Qué respondemos ante tal agresión? Hago uso de
las ideas de Kati Bethancourth Machoa, dirigente kichwa de la amazonia
ecuatoriana, cuando en una entrevista que sostuvimos en Quito, en donde ella analizó
la situación de los presos políticos en pleno levantamiento indígena del 2015 “Nosotras
estamos movilizadas por la indignación, por el dolor y por el amor, pues como
madres, esposas, o hijas hemos realizado acciones puntuales para sacar a
nuestros hermanos presos”. Las palabras de Machoa nos presentan un universo de
lucha que también es movilizado por el amor, que también es posible porque hay sentimientos de
amor en juego.
Otro punto para contradecir al
reportaje son las experiencias de muchas mujeres indígenas que conversan entre ellas mismas acerca de
sexualidad y erotismo, esas conversaciones
claro que no se desarrollan en talleres de sexualidad que llegan de la
ciudad a querer interrogar a las mujeres; esas conversaciones suceden para
animar el trabajo cuando las mujeres -nuestras madres, tías- cocinan para las
grandes fiestas, o en el día de lavado de ollas después de tres días de fiesta;
por lo menos esa es mi experiencia y la de muchas que coincidimos que fue
mediante ese lenguaje locuaz y juguetón que aprendimos sobre sexualidad, sobre
el coito, sobre la seducción. Acotemos a las mujeres de Sepur Zarco, pues es
claramente un acto de amor así mismas
que sigan buscando justicia para que se resarza el daño que sufrieron, es un acto de amor que después
de 30 años sigan buscando justicia por la muerte y desaparición de sus
esposos y su hijos ¿Acaso no es eso un
acto de amor?. El párrafo en cuestión que las mujeres no sienten nunca amor y
que fueron vendidas por sus padres a desconocidos no logra sostenerse cuando con
lágrimas en los ojos reclaman que se
haga justicia por sus esposos. Si estas mujeres no tienen amor, ni placer, ni
deseo ¿De dónde sacarían la fuerza que tienen para seguir la vida tal fuerza
como para interpelar a la historia de Guatemala? ¿Por qué buscarían a un hombre al que ella fue
vendida en contra de su voluntad?
No deja de sorprenderme que Hernández
no tome posición crítica, pues dicho periodista se ha caracterizado por
acompañar solidariamente las luchas de las comunidades con algunos de sus
escritos. Lo que deja claro su reportaje es que hay que hacernos cargo de las
representaciones que solo pueden mostrar la miseria de las mujeres, hay que
poner especial cuidado sobre las tónica de cómo escribimos sobre las luchas de
las mujeres. Que reproducen la estructura de privilegio racial de que unos escriban sobre los otros.
En todo caso las mujeres de Sepur
Zarco nos liberan de esas representaciones miserabilistas. Su fuerza es innegable.
IV.
“Que no se repita nunca más” ése es el
sentido común más o menos generalizado. Que no se repita nunca más la
esclavitud sexual, que no se ejerza
violencia sobre el cuerpo de las mujeres; pero eso no está garantizado. ¿Por
qué? Porque política extractivista del
Estado Guatemalteco sigue impulsando proyectos de minería a cielo abierto, de
hidroeléctricas y de geotérmicas, esos
proyectos ponen en un esquema de agresión abierta contra las comunidades que
defienden su territorio comunal. Basta
ver lo que está ocurriendo en San Mateo Ixtatán, donde se han instalado dos
nuevos destacamentos militares ¿Para qué instalar dos cuarteles militares? Las
comunidades saben que es para garantizar
el establecimiento de la hidroeléctrica. Pensemos también en lo que
sucedió en agosto de 2014 en la Comunidad de Monte Olivo, cuando hubo ocupación militar y policial, que obligó
a desplazar por la fuerza a las comunidades y la ejecución extrajudicial de
tres comunitarios y meses antes ya había ocurrido el asesino de dos niños. Lo
que está en juego es la disputa territorial entre comunidades y la instalación
de una hidroeléctrica. Pero en medio de
esas luchas las mujeres indígenas no descuidan flancos, se hacen cargo de su
cuerpo, así como de sus seres queridos. Lucha por el territorio-cuerpo-tierra dicen las mujeres xincas
para referirse a que se han defender el territorio junto con el cuerpo y que no
hay una posible disociación de ello.
Sirva este texto para agradecer la
experiencia y la fuerza que nos dan y heredan las mujeres de Sepur Zarco que
siguen luchando por producir memoria, porque ella nos alertan de que no tiene
que volver a repetirse ni el despojo de tierras, ni la violencia en los
cuerpos. A ellas, las que en las marchas del 8 de marzo no se pondrán prendas
de color lila, porque lucirán sus elegantes y coloridos guipiles.
Sirva también para mandarle fuerzas a
la comanda Néstora Salgado y las demás presas políticas.
Acabo este texto con el dolor de saber
el asesinato de nuestra compañera Berta Cáceres. Ella vivirá en el corazón de
las luchas.
[1] Justo el día que dictaban la sentencia condenatoria de los
militares por el caso Sepur Zarco, en la
misma torre de tribunales, estaban
frente a una juez las autoridades del gobierno plurinacional don
Rigoberto Juárez y don Domingo Baltazar,
encarcelados desde marzo del 2015.
[2] Este sentido también queda recogido en el peritaje de la
antropóloga Rita Segato. Quien participo como perita experta durante el
juicio.