"La historia de la emancipación humana es una historia de negros"
Entrevista a Achille Mbembe
En su último ensayo, Critique
de la raison nègre, Achille Mbembe desarrolla una brillante reflexión sobre
la alteridad, sobre la genealogía del concepto “raza”, indisociable del
desarrollo del capitalismo, sobre lo que llama el “devenir negro del mundo”.
Apunta a un horizonte de emancipación, el de una “elevación hacia la humanidad”
en un mundo liberado del lastre de la raza.
¿Qué papel jugaron el Congreso Nacional Africano (CNA) y Mandela,
más allá del combate al régimen del apartheid, en las luchas contras las
dominaciones coloniales en el continente africano?
Achille
Mbembe: El desmantelamiento del apartheid en 1994 cierra una larga fase
histórica de las luchas modernas por la emancipación. Esta fase comienza con
las grandes campañas por la abolición de la trata de negros y la esclavitud.
Continúa con el movimiento por la descolonización, las luchas por los derechos
cívicos en Estados Unidos. Mandela representa, de alguna manera, la última
palabra de esos combates por la igualdad. Atacó de manera frontal el dogma de
la supremacía blanca y de la dominación racial que envenenaron durante mucho
tiempo la vida de las naciones. Es la razón por la cual el mundo entero, hoy,
celebra su vida.
¿Por qué Sudáfrica ocupa un lugar especial en su reflexión?
Achille
Mbembe: El estatus de Sudáfrica en mi reflexión es paradójico. Lo que Sudáfrica
me permite ver es lo que existe como posibilidad. Sudáfrica expresa en su
historia y vida contemporánea, de manera más explosiva que todos los países
africanos, lo que podríamos hacer, cuáles son nuestras potencialidades. Pero,
al mismo tiempo, muestra la dificultad con la que choca ese deseo de crear algo
nuevo, incluyendo las sociedades posrevolucionarias.
Usted dice de entrada que el término “negro”, que estructura su
último libro, es indisociable de la invención de la “raza”. ¿Se trata de una
ficción, de un delirio, de un operador ideológico?
Achille
Mbembe: Es un concepto, una noción cuyos múltiples sentidos han variado a lo
largo de la historia, al menos a partir del siglo XV. La palabra “negro” remite
tanto a cierta ficción, que se esfuerzan en llevar a la realidad, por medio del
sueño, del deseo o de la violencia, de la crueldad. Pero sobre todo, es un
concepto que remite a la imposibilidad de control, incluyendo el control de
aquellos a quienes se esclaviza, se somete a condiciones de deshumanización
extrema: los esclavos. De esta manera, es una palabra que remite a la
posibilidad siempre presente en la historia de un levantamiento radical.
¿El negro es entonces también una figura posible de la
emancipación?
Achille
Mbembe: Es una figura de la posibilidad de insumisión, de insurrección y de
emancipación. La historia de la emancipación humana es, de alguna, manera, una
historia negra, al mismo tiempo que una historia de negros, en la medida en que
todo ser humano lleva en sí una parte de negro.
Esa
universalidad la encarnó primero la revolución haitiana…
Achille
Mbembe: Sabemos en qué derivó la experiencia haitiana, pero, en sus orígenes,
el momento haitiano de nuestra modernidad constituyó una especie de revancha.
Haití surgió al mundo como consecuencia de una guerra dirigida por esclavos. La
gran obsesión de los propietarios, en la época de la esclavitud, del siglo XV
al XIX, era que los esclavos se unieran, una noche, y quemaran la plantación.
Al grado de que la plantación era una estructura paranoica. Era una estructura
económica, claro, en la que dominaban el paternalismo, la crueldad, las
violaciones. Pero era también una estructura psíquica, de orden totalmente
paranoico, en la que la función del miedo era reproducir constantemente el
miedo en una especie de círculo infernal, que ni los esclavos ni los amos veían
cómo interrumpir, cómo salirse de ella. Este mecanismo del miedo que reproducía
el miedo descansaba en la fantasía, la invención. Para funcionar de esta
manera, esta mecánica requería anclarse en la “raza”.
¿De qué manera la emergencia del racismo es indisociable del
desarrollo del capitalismo? ¿Qué papel ha jugado este concepto de raza en la
“primera mundialización” diseñada por el comercio triangular? En el fondo, ¿la
invención del racismo fue lo que permitió el desarrollo del capitalismo?
Achille
Mbembe: El capitalismo, desde el siglo XV, siempre ha requerido de subsidios
raciales para ampliar su reproducción tanto en el tiempo como en el espacio. La
invención del negro se produce en un contexto de transnacionalización. Lo que
llamo el primer capitalismo es el que se inaugura en los perímetros del
Atlántico. En ese comercio triangular que enlaza a Europa, África y América
circulan mercancías y esclavos. Presenciamos entonces el surgimiento y la
consolidación de ciertas tecnologías, la invención de los seguros. Un derecho
de propiedad se forja en Europa en esa época teniendo, como trasfondo, el
comercio de esclavos. No se podría comprender en lo más mínimo la evolución de
las estructuras jurídicas, filosóficas, narrativas de Europa sin tomar en
cuenta la trata de esclavos.
Usted devela en este libro un regreso a la “raza” con otros
disfraces, los de la cultura, la religión, la clasificación de los seres
humanos bajo la égida de lo biopolítico. ¿Por qué se convoca de nuevas maneras
esta noción de “raza” actualmente?
Achille
Mbembe: La raza es demasiado “útil” para desaparecerla. En el contexto
contemporáneo nos resulta cada vez más difícil enunciar con claridad las
razones por las que constituimos un mundo común. Esas razones ya no nos
resultan para nada evidentes y, al no emprender una reconstrucción paciente de
las razones por las que deberíamos vivir juntos, creamos una situación en la
que lo importante es ir en busca de
lo que
nos separa. En tal contexto, la raza se vuelve un operador porque permite
separar a los nuestros de los que no lo son. Aquellos que, aun viviendo entre
nosotros, no son para nada de los nuestros. La movilización del significante
racial permite desempatar a la humanidad entre aquellos que deben vivir y
aquellos que deben ser expuestos a la indiferencia y ser parte de la clase de
los superfluos.
Usted define de manera muy precisa el momento del neoliberalismo
en el cual estamos ahora. ¿Qué hay de nuevo en la manera en que este sistema
económico se extiende sobre todo el planeta?
Achille
Mbembe: Estamos en un momento en el cual la forma dinero usurpa las funciones
de creación y de redención antes atribuidas a dios. Es el momento en el que lo
que se llama Mammon en la Biblia, cuando el principio del dinero aparta el
principio divino y lo sustituye. A partir del momento en el que el principio
dinero sustituye al principio dios, el principio dinero se vuelve el relevo
primero y último de todas las significaciones y se instituye en culto idólatra
cuyo dogma consiste en confundir todo, mezclar todo, tanto lo que concierne a
lo humano como lo que concierne a la cosa, lo que concierne a la mercancía.
Nada de eso cuenta ya.
Ese movimiento es paralelo, dice usted, al ascenso de un
imperialismo del desorden. ¿Sacar provecho implica en la actualidad sembrar el
caos?
Achille
Mbembe: ¡Sí! De hecho, pensándolo bien, ese ha sido el principio imperialista
desde su origen. Las formas en que se manifiesta han evolucionado, pero el
código genético del imperialismo es ese. Se siembra el caos, se pone a unos
contra otros, se crean situaciones de guerra civil. Se administra el desorden,
el caos. El imperialismo consiste en la administración, en beneficio propio, de
un caos provocado, organizado y sostenido. Lo vemos actualmente en las guerras
de ocupación, la economía de extracción, el desmantelamiento de todo lo que
parezca, así sea mínimamente, un bien común.
¿En que basa su oposición radical a las periódicas intervenciones militares
francesas en el continente africano?
Achille
Mbembe: Desde un punto de vista geoestratégico, hay una nueva embestida contra
África. ¿Quiénes son los actores principales? Son las viejas potencias
occidentales, pero también las nuevas, como Brasil, China, la India, Turquía,
así como los actores de Medio Oriente, como Qatar, Arabia Saudita. Hay un
puñado de actores que, con objetivos diversos, comparten la idea de que África
constituye un espacio cuyos recursos hay que controlar para consolidar un lugar
en la escena mundial contemporánea. Es ese el marco general en el que hay que
releer las intervenciones militares francesas en el continente. Intervenciones
militares que el gobierno socialista parece querer multiplicar y acelerar.
Tomando como pretexto el debilitamiento real de las estructuras estatales en
países como Mali, la República Centroafricana. Invocando la amenaza, que es
real, por otro lado, del islamismo en su forma violenta, en oposición a
tradiciones del islam a las que se lleva a la síntesis y al sincretismo. El
gobierno francés ridiculiza sus intervenciones militares disfrazándolas de
humanitarismo o cuando entona la vieja cantaleta de la amistad secular entre
Francia y los africanos. ¿Pero cuál es el precio a pagar? ¿Quién lo paga? ¿Cómo?
¿Por qué? ¿Por qué Francia puede intervenir así en esta región del mundo, que
se supone que es independiente y soberana? Si esta región del mundo es
independiente y soberana ¿por qué no logra resolver, con su propia fuerza, sus
propios medios, las situaciones extremas que enfrenta? Y si África no es capaz
por sí misma de resolver esas crisis propias que generan aquí y allá
catástrofes humanas ¿por qué mantener la ilusión de que es capaz de gobernarse?
Y, para que las cosas sean claras, si no es capaz de gobernarse a sí misma,
¿por qué no ponerla bajo tutela simplemente? Es ese el marco conceptual en el
que me interrogo sobre esas intervenciones militares. Es la única posición de
responsabilidad posible para los africanos. Lo ideal sería llenar el vacío hegemónico
que está en la médula de la dinámica continental. Si no se hace, es un llamado
a las potencias externas, que, por razones que se nos escapan, deciden
intervenir.
Usted describe la marginalización de la vieja Europa en la escena
mundial. Sin embargo, Europa está oponiendo a eso una resistencia feroz. ¿Cómo
ese “devenir negro” del mundo del que usted habla puede advenir frente a lo que
las grandes potencias despliegan para mantener su hegemonía?
Achille
Mbembe: El acontecimiento de nuestro tiempo es en efecto el desclasamiento de
Europa, el hecho de que ha dejado de ser el centro del mundo. Este
acontecimiento abre enormes oportunidades al pensamiento crítico, pero al mismo
tiempo conlleva peligros. Europa resiste, no soltará su poder tan fácilmente.
En el fondo, una dimensión esencial de su furia que presenciamos radica en el
hecho de que Europa llegó a su final y no logra reanimarse sola ni a reanimar
lo que llamo su Idea. El momento que tenemos ante nosotros será un momento
difícil. Ya lo es de hecho. Para intentar conservar su hegemonía, Europa y
Estados Unidos van a fomentar la balkanización del mundo. Van a favorecer la
multiplicación de las fronteras, su militarización. Van a facilitar la
abrogación de una serie de derechos, la normalización del Estado de excepción,
que permite a la violencia de Estado circular de manera más fluida en las
sociedades. La búsqueda de enemigos y su ejecución, de preferencia extrajudicial,
se volverá medular en su política mundial.
En su libro anterior, Sortir
de la grande nuit, usted imagina una bella alternativa: la de una
“elevación hacia la humanidad”. ¿Qué significa eso para usted?
Achille
Mbembe: Es una idea que debo a una tradición de la crítica de origen africano,
de W.E.B. Du Bois a Edouard Glissant. Remite primero a una experiencia
dolorosa, la de la esclavitud y al esfuerzo que mostraron los esclavos para
conservar lo esencial de su humanidad, para acceder nuevamente a la vida y
realizarnos en comunión, en vínculo con el conjunto de los vivos. Ese proceso
de renovado acceso a la vida, de reaparición a partir del abismo de la infamia,
de restitución en cierta forma de la dignidad inherente a la condición humana,
es lo que llamo la elevación hacia la humanidad. Es un acceso que, por
definición, para ser válido, debe ser compartido.
En esta larga crisis que atraviesa el sistema capitalista, ¿qué
indicios de que puede haber un mundo nuevo ve usted? ¿Qué posibilidades existen
para tal “elevación hacia la humanidad” cuando el panorama mundial está asolado
por la pobreza, las guerras, los conflictos?
Achille
Mbembe: Si modificamos nuestra manera de ver, de oír, de escuchar, es posible
percibir esos indicios. La realidad es que muchas de esas gentes están
atontadas, aturdidas, bombardeadas por todos lados. Tanto por sistemas
políticos en vías de petrificación como por un régimen económico que ya llegó a
su punto de fuga máximo y, en ese proceso, se transformó en una violenta
abstracción. Están atontadas por el poder de ficción favorecido por un sistema
mediático que vive de la reproducción indefinida de los miedos y las fantasías.
Y entonces se buscan. Pero los indicios de otra historicidad posible están ahí,
en la emergencia de nuevas formas de solidaridad transnacionales, en una parte
de la creación estética e imaginaria, en una serie de pequeñas aboliciones como
las que se ven en Sudáfrica, donde están ganando ciertas ideas de la familia,
del amor, del matrimonio. Creo que sería necesario apoyarse en esos pequeños
pasos para abrir más brechas en un sistema verdaderamente cerrado.
***
Entrevista realizada por Rosa
Moussaoui. L’Humanité, 9 de diciembre de 2013.
Traducción: Dulce María López Vega