La dictadura del capital financiero: conversación con Bruno Napoli

Pablo E. Chacón


En Mar del Plata, en su Feria del Libro, dictaste una conferencia sobre la dictadura del capital financiero. ¿Podrás resumir, brevemente, sus hipótesis centrales?

En la Feria del Libro de Mar del Plata presenté el libro La dictadura del capital financiero, del cual soy co-autor. Se trata de una investigación realizada en el archivo de la Comisión Nacional de Valores (organismo estatal encargado de regular el mercado de capitales en Argentina). El libro demuestra con documentación rigurosamente seleccionada, como los sectores concentrados de la economía argentina, durante la dictadura de Jorge Videla, cambiaron el marco legal de nuestro país, imponiendo leyes económicas (algunas aún vigentes, como la Ley de Entidades Financieras) que dieron prioridad a la especulación financiera y a la preeminencia de los bancos por sobre las industrias. Además, encontramos la documentación que demuestra la colaboración de la Comisión Nacional de Valores con el ejército, en el secuestro y desapoderamiento de muchos empresarios y financistas. Estudiando el período y con otros fondos documentales (no solo de la CNV) pudimos detectar el secuestro de más de 150 empresarios, banqueros y financistas durante la dictadura, quienes luego de sus secuestros fueron desapoderados de sus empresas o bancos.

Este es uno de tus temas de estudio centrales, si no me equivoco. Pregunta: ¿existe alguna forma de que el capital financiero no opere de acuerdo a un esquema de dictadura?

Es difícil pensar en unas finanzas democráticas. El capital financiero es un espacio manejado por pocas personas, concentrado (pensemos que hay solo 185 agentes de bolsa registrados para actuar en la Bolsa, o que tenemos solo 65 bancos en Argentina, y ambos grupos operan con millones de pesos al año). Estos espacios son conservadores, no quieren abrir el juego a otros actores del sistema, así como tampoco soportan el control del Estado. La ley que regulaba el mercado de capitales (ley 17.811) fue sancionada por la dictadura de Onganía en 1968. Estuvo vigente más de 40 años, y fue una batalla enorme para derogarla y cambiarla por la nueva Ley de Mercado de Capitales, que se sancionó recién en 2012. Pero a pesar de la sanción de la nueva Ley (la N° 26.831), aún son resistidos varios de sus artículos, sobre todo dos: el 19, que le da poder de control amplio a la CNV para regular el mercado y asegurar su transparencia, y el 20, que le permitía a la CNV poner veedores en empresas que no tuvieran en orden sus balances. Este último ya fue frenado por la justicia ante el pedido de muchas empresas que lisa y llanamente no quieren que les controlen sus desaguisados. El capital financiero, con estas características tan cerradas  y conservadores, no puede actuar en forma democrática. De hecho, la mentada Ley de Entidades Financieras, sancionada en 1977 por Videla y Martínez de Hoz, es intocable, por la presión de estos espacios de poder económico.

En este contexto, ¿cómo se lee, en la Argentina, el triunfo electoral de Macri o el fracaso electoral de Scioli, en caso de que éste no representara algo parecido; y en Venezuela, el fracaso electoral del llamado chavismo?

El triunfo electoral de Macri es la coronación de un largo proceso en la Argentina de la concentración económica, que nunca fue desarmada. Desde la dictadura de Onganía para acá, los empresarios entendieron que para hacer negocios con el Estado debían ocuparlo. Onganía tuvo más de 30 empresarios (titulares de grandes corporaciones) en puestos clave del Estado. La dictadura de Videla tuvo 15 de estos representantes de corporaciones en lugares centrales de la economía estatal. Este triunfo es la intrusión absoluta del Estado por parte de empresarios que solo pueden mirar sus propios intereses. Creo que a esto le agregaría un contexto internacional adverso para las democracias, e ideal para el capital financiero: la crisis desatada desde 2008 en adelante, que ni los propios economistas liberales pueden direccionar, y que ha significado la ausencia de una renta financiera internacional que de oxígeno a los países que necesitan crédito o reservas. Esto ha bajado notablemente, ya no hay viento de cola (sobre todo en los últimos tres años) y se siente en las economías locales, como la nuestra o la de Venezuela, que se han retraído enormemente, y aquí aparecen los magos del mercado, que ganan prometiendo traer dólares del exterior como si eso fuero esencial en la vida cotidiana de un laburante.

La época parece dominada por la hegemonía del capital financiero articulado a las tecnociencias, ambos dispositivos sin regulaciones estatales. ¿Esto es así? ¿Cuál es tu opinión al respecto?

Hoy el capital financiero se mueve a una velocidad inaudita a partir de la virtualización de las operaciones, combinadas entre las distintas Bolsas del mundo. Estos dispositivos, se cruzan con otros, que son los de la técnica jurídica. Una muestra de este cruce de dispositivos es la acción de los fondos buitre, que pueden reclamar en tribunales impensados de cualquier lugar del mundo, pues los títulos y bonos en cuestión se regulan por diferentes legislaciones (que puede ser japonesa, norteamericana o argentina), y a la vez tienen sus propios organismos de regulación internacional (como el ISDA) que no aceptan injerencia de los Estados. La combinación de estos dispositivos hace que su regulación y control sea cada vez más compleja, por eso se emiten declaraciones como la de la ONU, más simbólicas que efectivas, pero al menos exponen un poco más un tema opaco, como lo es el de las finanzas.

El poder de la prensa, concentrada o menos concentrada, a mi juicio, está sobrevaluada a la hora de la dirección de las conciencias. ¿Cómo pensás esta cuestión?

En los debates políticos actuales, donde la política pasa por un set de televisión, siempre se exagera respecto del papel que juegan algunos actores. La prensa en este sentido está sobrevaluada respecto del rol que jugó en los últimos años, pues primero deberían verse los errores propios, que esa prensa corporativa explota hasta el hartazgo, la exageración y la mentira. De todos modos han cumplido un rol importante respecto de la generación de sensaciones que han toca un nervio sensible en mucha gente, reproduciendo frases o discursos facilistas y a la vez violentos, como fueron los de la inseguridad o la falta de libertad de expresión.

Finalmente, el 2001-2002, ¿no dejó una memoria histórica capaz de oponerse, en caso que hubiere en el país un desastre económico-financiero?

La memoria que dejó el 2001-2002 no es una memoria ligada al desastre financiero o económico. De hecho, en la memoria social, aún no se relaciona de manera clara, o precisa, esa crisis con el megacanje/blindaje, o con la estafa millonaria realizada por algunos bancos contra la Argentina; hay solo recuerdos difusos de esta situación junto a la idea de no me dejan sacar mis ahorros. Hay que decirlo con todas las letras: la memoria del 2001 dejó instalado que cuando los bancos se roban todo, hay que echar a los políticos. Es mayor el recuerdo del que se vayan todos que el de los banqueros llenando sus casas matrices del dinero de todos los argentinos, confiscado con el corralito. Es, lamentablemente, una memoria política, pero que no apunta al verdadero problema, que es la dictadura del capital financiero.