El aire que precisamos respirar
Diego Picotto
“Más recuerdos tengo yo solo que los que
habrían tenido todos los hombres, desde que el mundo es mundo… Mi memoria,
señor, es como vaciadero de basuras”.
JLB
I.
“En el libro está todo”, se dijo
borgeanamente en la presentación de Conversaciones ante la máquina. Para salir del consenso desarrollista. Frase virtuosa por
lo inespecífica: ¿qué es todo? ¿TODO?
Pero el que habla sabe o lo sospecha y todo remite aquí a la totalidad de un
dispositivo de intervención social, de experimentación política que
(dis)funciona de modo bastante aceitado y del que este libro es tan solo una
pieza, aunque dotada de un brillo singular.
Es sabido: Conversaciones es una “muestra
intensiva” de 21 diálogos –sobre un conjunto que, fácil, la quintuplica–
desarrollados bajo la forma de columna semanal de un programa de radio, La Mar en Coche, con más de una década
al aire por FM La Tribu (88.7 Mhz). Que
a su vez son puestos en circulación en las redes vía Ciudad Clinämen y Lobo Suelto!. Y comentadas y alimentadas por una red de amigxs de formas
diversas (“no solo de amigxs personales, sino sobre todo amigxs
"políticos", es decir, aquellos a los uno llama amigxs porque con ellxs
se incrementan los afectos y conceptos necesarios para vivir en la ciudad”). Y
publicados por Tinta Limón, una experiencia editorial autogestionada de la que
forman parte varios de estos amigxs. Y presentados, ahora ya en formato libro, en
el bar de La Tribu. Todo un circuito
que cobra forma de red cuando cada nodo conecta, a su vez, con muchos más. Un
circuito artesanal y alternativo, precisamente cuando estos dos calificativos
no dicen absolutamente nada (flaco favor le hacen los calificativos a los dispositivos
al facilitar su captura). Limitémonos simplemente a señalar su existencia y su
curiosa capacidad de autoafirmación en tiempos neoliberales, es decir, en
aquellos en los que la metáfora tiempo es
dinero –pero también trabajo, consumo, deuda, precariedad– organiza
(subjetiva) las existencias.
Una máquina compleja de producción de discurso público que no se deja
reducir ni al periodismo, ni a la academia, ni a la filosofía, ni a las
ciencias sociales. Mucho menos a la política. No es un discurso tampoco de “iluminados”
ni “expertos”; ni cae en el patetismo de hablar bien de sí mismos, del pequeño
problema doméstico; ni muere en conceptos desangelados, en escritura
pre-fabricada. Ni colectivismo que legitimen la construcción de sí. Ni héroes
salvíficos ni víctimas. Mucho menos elenco o aplaudidores (¡toda época plagada
de aplaudidores!). Ni la jerga, ni la pereza, ni la pavada, ni la ideología, ni
el compendio de lugares comunes. Pensar desde las propias existencias, desde
los propios modos de vida. Contra todas las normalizaciones. Poniendo el cuerpo
en el lenguaje. Experimentación con la comunicación y la creación de sentidos,
de conceptos, de razones, en vivo y en directo. Cocina de un pensamiento
político-colectivo cuando lo político normalizado hace rato abandonó tanto el
pensamiento como lo colectivo.
A contrapelo de cierta "facilidad de palabra" propia de la época,
la totalidad aludida parece remitir, entonces, a un campo de fuerzas organizado
en torno de una palabra púbica que abre, a veces de modo violento, los
problemas que logra elaborar. Pero ¿cómo conquistar imágenes cuya expresividad esté a
la altura de la complejidad del momento? He aquí el desafío.
II.
Pero totalidad apunta también al
conjunto de problemas, imágenes y conceptos que Conversaciones ante la máquina ofrece al pensamiento crítico y
político actual al mapear los núcleos duros del entramado subjetivo y social,
los afectos y potencias, las líneas de sumisión y de explotación, las
resistencias e invención, las fuerzas en pugna que lo trazan y recorren.
De allí que ineludiblemente estas conversaciones
conversen, a su vez, con muchas otras. En especial con las reunidas hace unos
años atrás en Conversaciones en el Impasse, aquel balance del ciclo de
luchas de los movimientos de América Latina y parte de Europa entre 1994 y 2004,
elaborado en su ocaso. La noción misma de Impasse
daba cuenta de una situación política y de un estado de ánimo histórico en el
que las invenciones y luchas aparecían desgastadas: “tiempo en suspenso, en que
todo acto vacila, y donde sin embargo ocurre todo aquello que requiere ser
pensado de nuevo”. Es a este pedido de pensar
de nuevo que responde el actual Conversaciones.
Por eso lo que allí era tristeza e impotencia ante la constatación del
agotamiento de la imaginación política de los movimientos, acá es afirmación de
una nueva cartografía política desplegada a los fines de agujerear el consenso desarrollista que no es sino correlato
directo de aquel agotamiento.
¿No es la vida mula (continuum de
trabajo – consumo – precarización – deuda) muestra cabal de la derrota de la
puesta en discusión del trabajo y del consumo en aquel ciclo de luchas? El
precio y la calidad de los productos que hoy nos alimentan, ¿no son evidencia de
la derrota en la discusión –impulsada centralmente por organizaciones
campesinas e indígenas– sobre la soberanía
alimentaria (que no hay que confundir con “seguridad alimentaria”) y el buen vivir? ¿Y no es sobre la derrota los
usos comunes de la tierra que avanzan
el neoxtractivismo y los desmontes; la sojización
y los agrotóxicos; el securitismo y la especulación inmobiliaria? ¿Sobre el
quiebre de qué lazo social se funda la financiarización y la deuda? A esta
serie de "triunfos" se los conoce como
neoliberalismo desde abajo, con sus geografías (como los “nuevos barrios”), sus
sujetos (el “vecino”, el “piberío silvestre”, el “emprendedor”), su régimen (el
de la precariedad/crueldad), su motor (el consumo), su moral (la del linchador
urbano o la del depredador rural) y sus ganadores, los de siempre. A esto
llamamos la máquina. ¿Es esto lo que hoy cobra un nuevo impulso?
III.
Un ciclo político puede contarse de modos diversos: es un problema de
luminosidad. Las narrativas dominantes se organizan alrededor de ciertas
figuras, nombres propios (héroes y villanos, mártires y redimidos, nosotros y
ellos); a partir de batallas y conquistas, incluso de derrotas. Toda una épica
que enorgullece a propios y enfurece a ajenos, pero que simplifica al absurdo
(hasta oscurecer) las condiciones promiscuas y complejas en el que se desarrollan
los modos de vida; las fuerzas, los afectos, los hábitos y las pasiones que los
componen. Una épica que estetiza los antagonismos eludiendo enfrentar, así, los
grandes –y mayormente siniestros– consensos de la época.
La grieta que algunos teatralizan y otro niegan es, acá, desafío,
elaboración crítica de las líneas antagónicas que caracterizan el presente. Algo
que de ningún modo se puede reducir a actores sociales, ni a polaridades
simples en disputa en una escena en la que sobraron adherentes –asalariados de
la justificación y el lameculismo– tanto como faltan voces críticas y
autónomas, aquellas que desplazan el sentido común enunciando verdades éticas.
Esas que agujerean la máquina. El reverso perfecto del “seisieteochismo”, donde
cada verdad se acomoda a la necesidad de la hora; elaboraciones tristes y (auto)justificatorias
que acaban siendo combustible de la máquina.
Dicha elaboración crítica está
lejos de ser un ensayo, o un manual, o un tratado. Constituye más bien una
conspiración (por lo coral y cooperativo más que por lo secreto): un corpus
vivo que va dibujando el plano que permite sabotear la máquina. Otra vez
aquellos de los cómplices, de los amigxs políticos. Un libro lleno de nombres propios que quedan borroneados sobre el mapa conceptual y vital. La polifonía arma un pensamiento anónimo, una voz de radio que “le mete pregunta a las realidad”.
En ese marco, dos virtudes dotan a estas conversaciones: la primera es su
afección, es decir, el reverso perfecto tanto de la compilación de artículos de
cátedra (salvo excepciones, producto de simulacros de investigación) como de “investigaciones” periodísticas a (mal) pago. Afectadas significa que la
vida se pone en juego en lo dice, el lenguaje es esa interioridad en la que el pensamiento-afecto encarna.
Y la segunda es la capacidad crítica y experimental que le permite a estos
intercambios no quedar presos de la polaridad: no discutir desde o contra el
kirchnerismo, sino atravesarlo uniendo sus puntos ciegos, sus
indeterminaciones. Estas conversaciones rompen el corralito en el que la política
queda contenida cuando no logra interrumpir la regresión al infinito del motor
inmóvil que constituye el estado y las pasiones tristes que le son propias (del
miedo a la esperanza) hasta quedar cara a cara con la máquina. De ahí también
la sensación de totalidad.
IV.
Finalmente, todo un linaje crítico destilan estas voces, esta
experimentación enunciativa, esta suerte de intelectual
colectivo. Obviamente, la investigación militante –aquella que se ocupa de
los modos de vidas, de los dispositivos de normalización y de fuga–, pero
también la tradición crítico-política nacional –que puede incluir de John
William Cooke a Contorno (Rozitchner,
Viñas, lateralmente Martínez Estrada). También los filósofos de la sospecha (y su crítica a la subjetividad burguesa).
Y Foucault, y Deleuze, y Meschonnic, y el pensamiento pos-obrerista italiano;
y las millones de derivas que no tiene ningún sentido seguir enumerando. En
ningún caso se trata de una antropología de los modos de vida sino la
producción de máquinas de guerras. De Marx a Spinoza y de Spinoza a Marx: la
crítica de la economía política como despliegue de la propia potencia, de la
capacidad de problematizar e intensificar la vida, de afectar, de fugar, de
sortear las trampas de la pereza y la estupidez.
La clave del título, finalmente, aquello que produce el mentado efecto de totalidad, no está en los conceptos revisados
(el de la “conversación”, el de “máquina”, el de "consenso desarrollista"), sino en
el verbo, en el "para salir”; es decir, en la fuga, en el sabotaje, en la acción
política.
O de otro modo: la grieta más que grieta es antagonismo desde el que es
posible volver a preguntarse por el territorio, por la comunidad, por el hacer
colectivo, por el buen vivir. Y por los dispositivos y resistencias que, a tal fin, es vital inventar. El desafío es, ayer como hoy, no quedar encerrados en micromundos autocomplacientes, sino
mantener los dispositivos abiertos como forma de conquistar mayor potencia de
interpelación a las vidas cualquiera. Es decir, a las nuestras, a aquellas que
necesitan de estas imágenes como del aire
para respirar.
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