La batiseguridad
por Esteban Rodríguez Alzueta
Detrás de Batman había un rico indignado. Batman era
un superhéroe, pero también un multimillonario con inquietudes policiales,
alguien especialmente preocupado por la delincuencia callejera. En efecto, en
las sagas de Batman los problemas no son ni la evasión impositiva, el tráfico
de armas o el comercio ilegal de granos, o la fuga de divisas, sino los delitos
de visibilidad, la delincuencia predatoria, incluso el vandalismo, el devenir lumpen
de la marginalidad, las incivilidades agresivas. Los delitos de cuello blanco
no tienen pantalla, y tampoco aportan el sensacionalismo que necesita Hollywood
para vender películas y mantener entre-tenidos a su público devoto de
violencia, que va en busca de emociones fuertes que liberen adrenalina. Además,
los delitos de cuello blanco, que necesitan tiempo para su persecución, no son
redituables electoralmente. Mejor perseguir a los pobres, que son los fantasmas
que asedian la cabeza de las personas enclaustradas frente al televisor, que
siguen sus propias vidas a través del noticiero, que se fueron atrincherando en
su casa, abandonando los espacios públicos, recortando su universo social de
relaciones.
La mejor manera de cubrir las espaldas de los
millonarios es encontrar un chivo expiatorio a la medida de los prejuicios
sociales. De esa manera no sólo se pueden esconder sino ganarse la adhesión de
las otras clases sociales. Si es joven o inmigrante tanto mejor. Los “vagos”, “pibes
chorros”, “bolivianos” o “colombianos”, se llevan la puntería de periodistas,
policías, vecinos alertas y funcionarios demagógicos.
La
estatura de Sergio Berni es la misma de Batman. Está hecho de sus mismas
obsesiones, las mismas creencias, incluso tienen el mismo porte. Berni, como
Batman, están en todos lados. Allí donde hay “acontecimientos”, estará Berni
con su mejor disfraz. Las cámaras lo llaman. Como el personaje de Zelig de
Woody Allen, Berni tiende a confundirse con los papeles que interpreta. Hay un
traje para cada ocasión. Cuando la agenda securitaria se organiza en función de
la tapa de los diarios la seguridad se confunde con la velocidad. Lo importante
es acudir al llamado y hacerlo lo más rápido posible. ¡Berni tiene que llegar
primero!
Berni, al igual que Batman, es otro millonario. Hace
política con los bolsillos llenos de plata. Berni es uno de los funcionarios más adinerados del gobierno.
Según la última declaración de bienes su patrimonio total asciende a 6 millones de pesos. Tiene una lancha
valuada en 120 mil pesos; cinco autos, entre ellos una reliquia: una camioneta
Ika Baqueano de 1970; y 9 propiedades inmuebles distribuidas en Capital, Lima,
Santa Cruz y Tigre.
Batman y Berni se parecen además porque hacen
seguridad ensañándose con los más vulnerables. Cuando
aparece un pez grande, seguramente había una investigación judicial previa
(otra rareza, dicho sea de paso). Para decirlo con las palabras de Berni: "En la Argentina nosotros no tenemos grandes problemas con delitos mayores, con las grandes bandas
criminales. El problema que a la sociedad angustia son los motochorros, las
pequeñas entraderas, los casos en los semáforos, cuando rompen vidrios para
robar carteras. Y la Policía
detiene y cada juez interpreta la ley como quiere" (Berni en diálogo con el periodista Antonio Laje en América 24.
Berni,
como muchos otros funcionarios del gobierno, le dieron una impronta
personalista a su gestión. Se sabe: el superhéroe objeto de emulación es una
figura individual. Las cosas tienen que llevar su sello personal, tienen que
tener una marca que las distinga. De esa manera se nos invita a pensar que las
cosas suceden porque ellos están allí, que las cosas suceden por prepotencia
personal. No hay una política de estado sino voluntad política, no es necesario
un plan estratégico sino liderazgo oportuno. El voluntarismo de los
funcionarios es la incapacidad para desandar las rutinas institucionales, y la
vocación para surfear las olas. Con todo, banalizan la política y frivolizan la
seguridad. Pero a pesar de eso, contribuyen a enloquecernos a todos. Porque si
los insumos de la comunicación institucional del ministerio, si la imagen de
Berni se construye y alimenta con material levantado de los medios, con sus
clisés, prejuicios, estereotipos, no es de esperar que lleve tranquilidad a los
argentinos sino mayor desesperación. Se sabe: mejor que decir es hacer; y mejor
que investigar, reventar. Es la
lógica de la patota aplicada a la policía y la lógica policial prepotente
aplicada a la política.
El
anti-intelectualismo de Berni se averigua en su hiperactividad y en las cifras
que tira a la marchanta. Quiere imitar a la Presidenta pero los
números que maneja y arroja adolecen de proporción y no guardan criterio
alguno. Sabemos también que otra de las materias pendientes de su gestión es la
ausencia de información o mejor dicho la imposibilidad de acceder a la
información pública que construye. Las estadísticas que producen forman parte
de su caja negra, se hayan encriptada en la baticueva.
La
sensibilidad social de Berni está hecha de aspiraciones electorales. De la
misma manera que fue a cubrirle las espaldas a los socialistas en Santa Fe -que
le cubren a su vez las espaldas a importantes empresarios locales-, cuida al
empresariado argentino cuando des-presupuesta los equipos encargados de
perseguir el delito complejo o los delitos de cuello blanco. No tiene equipo
técnico propio y por eso no le queda otra que recostarse en la capacidad
operativa que cada fuerza puede aportarle; una capacidad, dicho sea de paso,
descontrolada, desprotocolizada, que se fue modelando discrecionalmente, más
allá de cualquier formalidad. Una capacidad que cree puede dirigir con la verba
castrense que le quedó después de haber transitado los cuarteles argentinos, y
contener con la habitual pirotecnia machista, apelando a su miembro viril.
Cuando
Berni hace “saturación policial”, está diciendo que el problema está en las
calles y son los jóvenes pobres que tienen determinados estilos de vida o se
visten de determinada manera; nunca en los bufetes de los abogados y contadores
prestigiosos, en las oficinas del chacarero argentino o en las cuevas
financieras. El problema es el devenir disfuncional de la marginalidad
persistente, la desocupación o el trabajo sin dignidad que experimentan los
jóvenes. Si hay pobreza, hay inclusión social, es decir, si hay pobreza que no
se note, que no robe, que no proteste, no salga de sus barrios, que pidan un
cupo en la cooperativa de su barrio y se pongan a barrer las calles por tres
mil pesos, sin aguinaldo ni vacaciones pagas, sin aportes jubilatorios, sin
antigüedad. Porque la “inclusión” en boca de Berni, es una muletilla. Usa
frases que no comprende. Frases que después no pueden corroborarse en su
gestión, que no se tradujeron en líneas de intervención. La concepción
policialista que tiene sobre la seguridad, descalifica cualquier apuesta
multiagencial. Berni carga todo a la cuenta de la policía de visibilidad, que
es una policía territorial, preocupada en controlar el territorio, disciplinar
a los actores que no se resignan y regular el delito.
En
las periódicas conferencias de prensa que el Ministerio de Seguridad brinda
después de cada operativo exitoso, Berni se muestra exultante, con las manos en
los bolsillos, sonriente, hablando por teléfono, a veces con el ceño fruncido,
repitiendo uno de los clisé más repetido en la historia de la policía: “hemos
desmantelado una poderosa banda…”. La escena es muy conocida. Pero las palabras
no resisten la escenografía, pues las declaraciones tienen como telón de fondo
el chaperío típico de las villas argentinas. Cuando miramos a los “delincuentes
apresados” uno se pregunta, “¿si esta es la poderosa banda…. ¿a quién se está
cuidando?” “¿Por qué perseguir al eslabón más débil de una cadena que no
controla?” La respuesta flota en el ambiente: Los pobres salen más baratos. Los
pobres están compartimentados, no salpicarán al resto de los circuitos
ilegales, allí donde las ganancias son más suculentas y necesitan otra
estructura, y otro tipo de cobertura. Los pobres no tienen a nadie que los
defienda. Incluso si entran por una puerta y salen por la otra, tampoco tendrán
demasiada prensa.
Berni
hizo de la seguridad un espectáculo en serie. Pensó la seguridad con los
titulares de los diarios, es decir, con la conmoción
social que suelen tener los hechos sensacionalistas. Como Batman, confunde la Seguridad con la Justicia , en vez de
abordar los hechos ordinarios con políticas públicas de larga duración se
demora en los eventos extraordinarios con las rutinas policiales de rigor,
hechos que después generaliza súbitamente a través de la televisión. No importa
lo que se diga y mucho menos lo que se haga después, hay
que estar ahí, remando cada ola. Para preparar la escena hay que llegar a
tiempo, incluso antes que los periodistas.