Docencia y guerra: la figura del docente corresponsal
por Ver qué onda
(http://verqueondaeducacion.blogspot.com.ar/)
En la mayoría de los
casos, ser docente hoy quiere decir, ya de por sí, estar metido en mil guerras:
la guerra por la atención, la guerra por los contenidos, la guerra social que
se traslada o repercute en el aula, la guerra en o contra las instituciones...
El desafío entonces es
hacer devenir ese docente (quiera o no un combatiente) en un corresponsal de
esas guerras (generalmente asimétricas) con múltiples frentes. Más aún, no solo
volverlo un corresponsal, sino también un cartógrafo, un investigador, un
explorador de las potencias, de las preguntas y tensiones vitales, de las
posibles resistencias. Es decir, en un estratega.
Es difícil distinguir una
guerra de una posguerra. O, dicho de otra forma, el escenario de posguerra
(territorio “arrasado”, roles desfondados, instituciones mutadas) es el paisaje
de la guerra en curso (una guerra sin premios ni bandos claros).
El docente como
corresponsal de guerra entonces (ni hablar que un estratega) debe afinar la
intuición, la mirada, el olfato. Saber pararse, aprender a poner el cuerpo de
determinada manera, y sobre todo, entrenar la capacidad delver qué onda.
Estos movimientos requieren
tanta flexibilidad (evitar quedar fijados a roles,
percepciones, formas de actuar) como firmeza. Firmeza como decisión
de no dejarse llevar por un “todo es igual”, firmeza en relación al cuidado
(hacer crecer y aguantar aquello que se arma en la fragilidad) e incansable
entrenamiento de la sensibilidad (la mirada, el olfato, el captar qué es lo que
está vivo).
Más allá de aquel cliché de “hay que poner el cuerpo” (como si fuera
posible no hacerlo), la presencia (eso que es lo insustituible
de la docencia, de la “transmisión”), es entonces, una vez más, la pieza clave.
¿Cómo intensificarla, adiestrarla, cuidarla, en estas épocas de presencias
cansadas, destituidas, puestas en crisis por mil máquinas? ¿Dé donde se sacan
fuerzas y recursos para ofrecer una presencia descarnada y sincera? La
docencia como investigación e intervención requiere de un cuerpo más complejo
(capaz de ser afectado de muchas mas formas, lo cual implica y deriva en una
mayor capacidad de afectar). A contramano de muchas otras instancias o
experiencias, complejidad, aquí, es sinónimo de eficacia.
Docentes con presencias
descarnadas. Docentes caníbales que olfatean (y casi, degustan) el exceso. No
sin sufrimiento. “¿Con qué me voy a encontrar hoy?”. Curtidos en el vértigo de
entrar a un aula y sentir que está todo a flor de piel.
Trabajar así solo es
posible gracias a entrenamientos previos, a saberes forjados también en otros
lados. Trabajar así solo es deseable porque el botín es llevarse a fin de mes
algo más que el sueldo: señales, informaciones sensibles, vínculos
valiosos, coordenadas de época.
Y porque otra no nos
queda.