“El puntero, como el burócrata sindical, es función de las estructuras de mando del capital”. Entrevista a Miguel Mazzeo

por Pablo E. Chacón


El libro, publicado por la editorial Quadrata y el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPYPP), despliega una genealogía del movimiento que nació en el sur de la Argentina a mediados de 1997, enfrentado a la hegemonía neoliberal que dominaba la mayor parte del sindicalismo de estado local. Mazzeo es doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA), profesor de Historia y docente en la misma UBA, en la Universidad de Lanús y en otras casas de estudio de América Latina.

¿Cómo está el movimiento piquetero en la actualidad respecto de su nacimiento y despliegue?

Creo que sigue vigente, en buena medida, la caracterización que hizo Maristella Svampa, hace un par de años. Ella decía que, a poco de asumir Cristina Kirchner el gobierno nacional, la cuestión piquetera quedó resuelta. Entendiendo por cuestión piquetera el proceso de luchas sociales protagonizadas por los trabajadores desocupados. Me refiero a un movimiento social y no a una metodología de la protesta social. Por diversos motivos estructurales, como la reactivación económica posconvertibilidad; o como resultado de diferentes políticas estatales, por ejemplo, la Asignación Universal por Hijo en 2010, los piqueteros se achicaron, perdieron legitimidad o terminaron integrados. Una excepción: las corrientes que plantearon en 2003, con la llegada de Néstor Kirchner al gobierno, un cambio de escenario, y la necesidad de articulación con sectores estudiantiles, de trabajadores ocupados, campesinos, etcétera. En estos casos, la base piquetera, más politizada, se replegó a los barrios y se alejó -provisoriamente- de las rutas y las calles.

Entiendo que el piquetero reivindica su autonomía respecto a las grandes estructuras burocrático-sindicales. En ese sentido, ¿cuál fue o es su relación con la corriente autonomista italiana y brasileña?

Considerando específicamente la experiencia de la corriente autónoma, la relación que puede establecerse se basa en aspectos de cierta generalidad pero muy importantes. Creo que coincidieron, con o más o menos autoconciencia, en detectar las nuevas condiciones impuestas al trabajo por el capital y las limitaciones del sindicalismo convencional (el burocrático, pero también el democrático o el combativo) en la era posfordista. También creo que todas las corrientes, a su modo, contribuyeron a instalar la idea de que el sujeto popular en el capitalismo posindustrial, postardío, o como quieras llamarlo, no puede pensarse en términos clasistas estrechos. Ya no se trata sólo del proletariado, sino también del precariado y el pobretariado. Asimismo, estaba (y está) presente la idea de que ese sujeto necesitaba (y necesita) organizaciones de nuevo tipo y tácticas de nuevo tipo.

¿Por qué hablás de un milagro sociológico?

Simplemente porque la sociología suele desestimar la constitución de organizaciones populares y movimientos sociales a partir de identidadesnegativas. Desocupado-desocupada era y es el signo de una carencia. Como pobre. Ciertamente, es difícil impulsar una organización, un movimiento, sobre esos pilares. Pero los piqueteros demostraron que no es imposible, que se puede cambiar el sentido de las palabras y resignificar algunas políticas estatales. También aclaramos que, dada la existencia de una identidad obrera de base presente en algunos integrantes del movimiento piquetero o heredada de la generación anterior, cabe relativizar la idea del milagro sociológico. Ni tan milagro, ni tan sociológico, entonces.

A tu juicio, ¿cómo opera en el campo el piquetero y cómo el puntero?

El puntero, al igual que el burócrata sindical, es una función ordinaria de las estructuras de mando del capital. Es un enemigo de la democracia de base. Es un reproductor del autoritarismo de la clase dominante que favorece prácticas de sumisión al Estado, los aparatos políticos, etcétera. El puntero succiona la voluntad y la autoestima al pueblo y promueve subjetividades pasivas, delegativas. El piquetero, (nuevamente: el de la corriente autónoma más claramente), se opuso a esas lógicas. Reivindicó la autonomía (social, política, ideológica) e impulsó relaciones horizontales. Desarrolló prácticas que articularon las luchas cotidianas por reivindicaciones materiales con propuestas de construcción de una sociedad justa. Asumió un horizonte de transformaciones radicales.

¿Existe una normalización de las disidencias en la Argentina post-2001?

Supongo que te referís a disidencias de fondo, a conflictos de carácter estructural. De ser así, yo creo que en esta última década hubo intentos relativamente exitosos de normalizar esas disidencias: canalizarlas, institucionalizarlas. Algo así como un proyecto hegemónico. Pero la Argentina no ha dejado de ser un país periférico, con una economía atrasada, deformada y dependiente, con una sociedad terriblemente desigual. Por lo tanto esa normalización de las disidencias es imposible. Es un deseo de las clases dominantes o de políticos ingenuos.

Finalmente, ¿cuál es la relación de las organizaciones locales con los Sin Tierra de Brasil y con el zapatismo centroamericano?

Fueron (son) experiencias caracterizadas por la búsqueda la articulación de lo heterogéneo, que pensaron la política emancipatoria en términos de política prefigurativa o anticipatoria; es decir, la idea de construir la nueva sociedad en los marcos de la vieja, de edificar la comunidad como fundamento del proyecto socialista, sin relegar esas tareas estratégicas a un hipotética toma del poder de parte de una vanguardia política. Todas se propusieron generar cambios concretos en la sociedad civil popular. De algún modo las tres experiencias apuntan a construir herramientas funcionales al desarrollo de las potencialidades libertarias del pueblo. Ninguna quiso convertirse en agente totalizador, en aparato separado de las masas. El movimiento piquetero fue denominado zapatismo urbano. Creo que vale la analogía, si tomamos como referencia la experiencia de la corriente autónoma, que derivó en la conformación, en 2004, del Frente Popular Darío Santillán. Tanto el zapatismo como la experiencia del MST, influyeron en una parte importante del activismo piquetero, suministraron algunas ideas-fuerza y muchas representaciones.