Costa Ricas y la sorpresa

Pablo Moseinco



Costa Rica. Argelia. Grecia.

Todos a octavos.

España. Inglaterra. Italia.

Todos a casa.

¿Qué sucede en este Mundial?

Si hay seis  sorpresas ya dejan de serlo.

El Mundial se ha transformado en un escenario que iguala destreza, habilidad e inteligencia futbolística. Una oportunidad única para contrarrestar la ostentación del insoslayable poderío económico europeo, que despliega en el interregno entre Mundiales los fastuosos y adictivos capítulos de la Champions League, sus Eurocopas mentadas como liguillas cuasi-mundiales y las incomparables ligas locales, enriquecidas por la apropiación de las capacidades inventivas latinoamericanas en primer lugar y africanas o asiáticas en menor medida.

Cuando llega el Mundial se equiparan los términos, se balancean los poderíos, se horizontalizan los desafíos. Las predicciones, abonadas y cultivadas por horas y más horas de despliegue mediático forzado a rellenar el vacío de una instancia previa eterna, se derrumban en el momento justo en que la pelota comienza a rodar y por ejemplo, Ghana le empata a la indestructible Alemania pero bien que pudo liquidar el partido en un contraataque mal resuelto, Argelia empata con la Rusia de Capello y accede a octavos casi sin sobresaltos.

Las principales escuadras europeas, que se miran en el espejo de sus multimillonarias ligas locales, no reciben su propia imagen sino un espejismo distorsionado por la avalancha de euros, dólares y libras esterlinas. Alemania quizá tenga en sus planteles vernáculos un porcentaje menor de extranjeros, pero Ozil es turco, Klose es polaco y Boateng es ghanés.

Sin embargo hay una forma distinta, una excepción, una intrusión en este certamen. Hay un equipo que sortea pronósticos y calificativos, que elude cualquier facilismo y obliga partido a partido a repensar todo aquello que se creía saber: esa entidad es Costa Rica.
Costa Rica desplegó un juego generoso junto a una disciplina táctica envidiable. Mostró una combinación de temple y desparpajo asombrosa. Algo así como sangre fría o sangre caliente cuando fue necesario.

Puede pensarse que Costa Rica es un equipo ignorante: de todos los auspicios que lo colocaban como el rival fácil que entregaría sus partidos sin resistencia digna; de los antecedentes de sus rivales de zona todos campeones mundiales; del peso específico de su rival uruguayo en primera fecha, inundado de jugadores curtidos en las ligas pesadas europeas; de los ecos de esa primera victoria; del respeto que debería tener a una selección italiana necesitada de ratificar su clasificación; de que con su victoria contra la azzurra eliminaba a los ingleses de la copa y finalmente que conminaba a italianos y orientales a jugarse la vida en un tercer encuentro mientras se daba el lujo de caminar el último partido.

El domingo tiene una cita con el destino, asumimos que también la ignorará. Se especula  que desplegará diversión y ciencia en partes iguales. A disfrutar.