La palabra revolución ha vuelto a circular. Manifiesto Uninómade


La palabra revolución ha vuelto a circular. En las calles, en las plazas, a través de Internet, e incluso en las páginas de los periódicos, que la miran con temor. Pero sobre todo, en nuestros espíritus y cuerpos. Del mismo modo, la palabra capitalismo salió de su invisibilidad: ya no domina como dominaba
Estamos presenciando el final de un ciclo: el ciclo neoliberal implementado desde los años 80, cuyo ápice se produjo con la caída del Muro de Berlín y el consenso mundial sobre la expansión global del mercado. Muchos de nosotros (especialmente los jóvenes) vivimos el primer desplazamiento masivo de las placas tectónicas de la historia.
Pero nuestra época no es sólo crepuscular. Al final de un ciclo se abren amplias oportunidades, y a nosotros nos corresponde transformar la crisis de la representación y del capitalismo cognitivo en nuevas formas de democracia absoluta. Más allá del ámbito formal de los Estados y nacionalidades. Más allá del capitalismo financiero y flexible. Donde quiera que brille nuestra singularidad común: mujeres, negros, indios, amarillos, pobres, explotados, precarios, haitianos, bolivianos, inmigrantes, marginados, ocupas, trabajadores intelectuales y manuales. No se trata de enumerar a los excluidos, sino de una nueva inclusión híbrida. ¡La tierra al fin nuestra! Se trata de nosotros, los que somos producidos por esta lluvia, por esta precipitación de encuentros de singularidades, encuentros en los que nos hacemos divinos en esta tierra.
Es por eso que gritan las multitudes en Grecia, España y con los Occupy en los Estados Unidos; es por eso que gritan las radicalidades presentes en la primavera árabe, multitud que se sitúa más allá de la racionalidad occidental. Es un mismo arco el que une la primavera árabe, las luchas de los estudiantes en Chile y las luchas por la radicalización de la democracia en Brasil. Nuestras diferencias son las que nos hacen fuertes.
La lucha por el mestizaje racial, simbólico, cultural y financiero pasa por la materialidad de lo cotidiano, por la afirmación de una larga marcha que una nuestra potencia de éxodo a nuestra potencia constituyente. El acontecimiento es el nombre que nos invita a un éxodo perpetuo de las formas de explotación. Éxodo al interior de la tierra. Lealtad a la tierra.Tatu or not tatu.
Hay que escuchar ese deseo en nosotros que va más allá de la vida y de su conservación: más allá del gran terror de una vida de mierda que nos impone un estado de extrema precariedad y extrema desafiliación. Hay que reinsuflar el grito que nos fue robado en la noche, resistir a los clichés de lo que somos y de lo que quieren hacer de nosotros: más allá de nuestras líneas de subjetivación suspendidas entre el excedente de lujo del 1% y el de la basura superflua del 99%.
Es necesario no necesitar nada más, sólo nuestro coraje, nuestro intelecto y nuestros cuerpos, que ahora se extienden en redes de conocimiento común que apuntan a nuestra autonomía. Somos más de lo que pensamos y lo deseamos todo. ¡No estamos solos! Tenemos que resistir con alegría, algo que el poder dominante de la melancolía no puede usurparnos. Cuando el sujeto deja de ser un mero consumidor pasivo se vuelve un productor de ecologías. Multitud de voces hablan a través de nosotros, porque la crisis no es sólo del capital, sino de la vida. Una profunda crisis antropológica que se manifiesta en el vaciamiento de los cuerpos constreñidos, avergonzados, reflejados en las pantallas de televisión, sin la necesidad de salir a tomar las calles. Nuestros cuerpos se paralizan, tienen miedo, paranoia: el otro se vuelve el gran enemigo. Nuestros cuerpos no crean nuevas formas de vida. Permanecen en un estado de vidaMENOSvida: trabajo, casa, tren, autobús, trabajo, casa. La vida individual es una abstracción. Una vida sin afectividad compartida, donde la generación de lo común se hace imposible. Hay que crear desvíos orientados a una vidaMÁSvida: sobrevida, supervida, supravida. Una pausa para sentirse parte del acontecimiento, que es la vida. Somos singularidades cooperativas. Pertenecemos a una esfera que nos atraviesa y nos construye a cada momento.
El capitalismo cognitivo y financiero instaura un perpetuo estado de excepción, que continuamente busca reintegrar y modular la normalidad y la diferencia. Ley y desorden coinciden dentro de una misma conservación de las desigualdades que produce y reproduce las identidades del poder: el “Precario” sin derechos, el Inmigrante “ilegal”, el
 “Viejo” abandonado, el “Trabajador” obediente, la “Mujer” sometida, la “Esposa” dócil, el “Negro” criminalizado, y por último, el “Depresivo” que hay que mantener medicalizado. Las vidas de los pobres y de los excluidos pasan a ser movilizadas en cuanto tales. Al mismo tiempo que deben generar valor económico, deben permanecer políticamente impotentes.
El pobre y el loco. El pobre —figura ahora híbrida y modulada de inclusión y exclusión en la cadena del capital— pervive en la crudeza de una vida que utiliza incluso su propio cuerpo como moneda. Y el loco, esa figura que vive fuera de la historia, “escoge” la exclusión. Ese sujeto se niega a producir, vive sin lugar: allí donde el tema de la exclusión y la inclusión se diluye en el delirio. Pero nadie delira solo, se delira el mundo. Estos dos personajes viven y sobreviven al margen, pero la margen mutó y se volvió el centro. El capital pasa entonces a conceder valor a la subjetividad y a las formas de vida de las márgenes, y la potencia de los que no rentan viene a componer el síntoma del capital: la crisis de la ley del valor, el capitalismo cognitivo como crisis del capitalismo.
La crisis de los subprimes en 2007 se propaga ahora, sin lugar a dudas, a la crisis de la deuda soberana europea: la forma actual de gubernamentalidad es la crisis perpetua, trasladada como sacrificio a los eslabones más débiles del arco social. Austeridad, recortes, desmantelamiento del estado de bienestar, xenofobia, racismo. Bajo los trajes grises de los tecnócratas post-ideológicos resurgen las viejas banderas del biopoder: el dinero vuelve a tener rostro, color, y no le faltan ideas sobre cómo gobernar. “Alabado sea el mercado”, “In God we Trust”. El discurso neutro de la racionalidad económica es obligado a mostrarse en público, convocando al mundo a plegarse al nuevo consenso, sin ya siquiera respetar la formalidad de la democracia parlamentaria. ¡He aquí al homo œconomicus: sacrificio, nación, trabajo, capital! Es contra este estado de sitio que las redes y las calles se insubordinan. En las movilizaciones autoconvocadas en las redes, en los campamentos de las plazas, la excepción aparece como creatividad de lo común, lo común de las singularidades que cooperan entre sí.
(…) Lo que está en cuestión son las formas de vida en el planeta a partir de ahora. Hay que encontrar caminos para reconciliar estos mundos. Percibir otras configuraciones relacionales más móviles, activar las sensibilidades. Hacer de esta revolución una gran caldera de deseos creadores de nuevas formas de cooperación y de intercambio, que compongan y combinen nuevas prácticas y perspectivas: es decir, mundos. Un mestizaje generalizado: nuestra cultura es nuestra economía y nuestro entorno es nuestra cultura: ¡tres ecologías!
Las luchas de la primavera árabe, del 15M español, del Occupy Wall Street y del #ocupabrasil claman por una transformación, donde la base común que somos nos lanza más allá del estado de excepción económico: la deuda infinita que intenta manipular nuestros corazones y mantenernos encadenados a los pequeños miedos. La deuda infinita que instaura la perpetua transferencia de la renta del 99% de los deudores al 1% de los acreedores. ¡No dejemos que tomen por nosotros la decisión sobre lo que queremos!
La red Universidad Nómada se formó hace más de diez años, entre las movilizaciones de Seattle y Génova, los Foros Sociales Mundiales de Porto Alegre, y la insurrección Argentina de 2001 contra el neoliberalismo. Fueron dos momentos constituyentes: el manifiesto inicial que invocaba la nomadización de las relaciones poder/saber, con base en las luchas de los preuniversitarios comunitarios para negros y pobres (en pro de la política de cuotas raciales y de la democratización del acceso a la educación superior); y el manifiesto de 2005 por la radicalización democrática. Hoy, la Universidad Nómada acontece nuevamente: su Kairòs (el aquí y el ahora) es el del capitalismo global como crisis. En la época de la movilización de la vida entera dentro de la acumulación capitalista, el capitalismo se presenta como crisis y la crisis como expropiación de lo común, destrucción de lo común de la tierra. Se gobierna la vida: la catástrofe financiera y ambiental es el hecho de un control que necesita separar la vida de sí misma y que opone sus diques a los indios y poblaciones ribereñas de Belo Monte, las obras a los operarios, los megaeventos a los marginados y a los pobres en general, la deuda a los derechos, la cultura a la naturaleza. No hay ningún determinismo, ninguna crisis terminal. El capital no tiene límites, a no ser los que las luchas sepan y puedan construir. La red Universidad Nómada es un espacio de investigación y militancia, para pensar las brechas y los intersticios donde se articulan las luchas que determinan esos límites del capital y se abren a lo posible: mediante el reconocimiento de las dimensiones productivas de la vida a través de la renta universal; mediante la radicalización democrática a través de la producción de nuevas instituciones de lo común, más allá de la dialéctica entre público y privado; mediante el resurgimiento de la naturaleza como producción de la diferencia, como lucha y biopolítica de fabricación de cuerpos pos-económicos. Cuerpos atravesados por la antropofagia de los modernistas, por las cosmologías amerindias, por los éxodos de los quilombos, por las luchas de los sin techo, sin tierra, precarios, indios, negros, mujeres y hackers: por todos aquellos que trazan otras formas de vivir, más potentes, más vivas.
Rio de Janeiro, 15 de junio de 2012