A contramano

por Mabel Bellucci



En 1974 una oficina en la calle Corrientes al ochocientos, al lado del tradicional cine Ópera, se convirtió en la polis del activismo de la época. Por allí desfilaban feministas, homosexuales y gente diversa. Así, como el remolino de una tempestad, un correteo de mujeres entraba y salía mientras el teléfono no paraba de sonar. Una tarde, Néstor Perlongher tocó el timbre. María Elena Oddone abrió la puerta. En ese mismo momento se conocieron. Él era el referente del Frente de Liberación Homosexual (FLH), poeta y ensayista y ella la voz cantante del Movimiento de Liberación Feminista (MLF). Sin muchas vueltas, tuvieron un diálogo franco. Para Oddone resultó una enorme sorpresa, si bien llegaron a un acuerdo en cuanto a las formas de instalar temática novedosas e intervenir en lo público: impugnar la familia patriarcal, el autoritarismo masculino, el sistema de roles clásicos, la supremacía del varón sobre la mujer, la maternidad como único destino, la violencia doméstica. A decir verdad, un número considerable de las pioneras feministas de esos años estaban deseosas de introducir debates relacionados con el derecho a decir sobre el propio cuerpo y la opresión sexual dentro de sus agrupaciones, aunque presumían que la coyuntura histórica era al menos poco propicia para dar rienda suelta a polémicas tormentosas, tal cual llevaban a cabo otros feminismos del Norte.

En esa dirección, Perlongher avizoraba que las revueltas de las minorías sexuales constituían parte de esa gran masa crítica que a modo de diluvio universal azotaba las más profundas raíces del capitalismo en expansión. En consecuencia, sin pérdida de tiempo se involucró con el feminismo local para pergeñar un enfoque más combativo de la problemática sexual y de las luchas contra la discriminación en sus caras más diversas. Justamente, Oddone con su estilo punzante relata que en aquellos tiempos: “las preocupaciones sobraban, había un franco interés por demoler los famosos edictos policiales que permitían la impunidad de las razzias. Con los edictos como con la Ley de Averiguación de Antecedentes, se perseguía y se detenía de manera arbitraria a los homosexuales. De allí que uno de sus principales objetivos era armar alianzas con las mujeres para encarar a un mismo enemigo en común: el machismo autoritario”.  Mientras aclara que “no tenían que estar tan preparados para decir a los cuatro vientos que el machismo jodía tanto a unos como a otras”.

Para 1974, después de muerto Juan D. Perón, un periódico de derecha ultramontana, El Caudillo, entendió que tal entretejido de constelaciones activistas traía su arrastre. Por esa razón, dedicaba tinta y papel en amenazar a esta coalición que suscitaba las iras del grupo paramilitar y terrorista la Triple A, creada por José López Rega desde el Estado. A estas mujeres las intimidaban con la amenaza constante de colocar bombas en sus domicilios por si acaso quedaba alguna duda pero también estaban sentenciadas a muerte si no desertaban de las huestes feministas.

Ahora bien, aquel departamento de la calle Corrientes, refugio de proclamas arrasantes, era además la redacción amateur de la revista Persona, un testimonio gráfico de los sucesos feministas de los años 70 en la Argentina. Con mano férrea estuvo dirigida por Oddone hasta su cierre. También allí funcionaba una biblioteca con sus libros y los compañeros del FLH podían guardar los suyos sin problemas. Durante un largo tiempo ese lugar se convirtió en un punto de encuentro del poeta con su grupo de amigos. A partir de 1976,  con la imposición de las bayonetas, una vez por semana y a la noche tarde se reunían con las persianas bajas y el visto bueno del portero para no generar sospechas. “Entre nosotros había una corriente de simpatía y de afinidades políticas, aclara Oddone con tono firme. Y prosigue “Él era tan apasionado como yo. Nos preocupaban las mismas cuestiones. La guerra de las Malvinas nos unió más que nunca”.

Apenas Fortunato Galtieri lanzó su grito de combate para recuperar las islas, Perlongher escribió a contrarreloj un texto "Todo el poder a Lady Dy. Militarismo y anticolonialismo en la cuestión de las Malvinas". Salió publicado en Persona, bajo el seudónimo de Víctor Bosch, en 1982.  De este modo, con un talante sarcástico desplegó su aversión al militarismo, como la expresión más cristalizada del heteropatriarcado. Si la memoria no falla, fue uno de los primeros en oponerse con su pluma a la ocupación soldadesca argentina. Luego de publicado este repudio poético, los gendarmes del orden secuestraron a Persona.

Dos años más tarde, los personajes de esta historia volvieron al redil: el 26 de enero de 1984, apareció una entrevista a doble página sobre la vida de nuestra adalid del feminismo porteño en la revista alfonsina. Se titulabaMaría Elena Oddone. Devenir feminista”. La autoría de Perlongher quedaba oculta tras una firma un tanto exótica: Rosa L. de Grossman, apellido de casada de la pensadora Rosa Luxemburgo. El encuentro era más que nada una charla de amigas.

De esta  manera, la estrechísima camaradería entre ambos activistas permitió acompañar acontecimientos de originales entramados, no reconocidos como un accionar político en esa coyuntura tan particular. En efecto, buscaban erosionar los cimientos de la opresión en común bajo un acuerdo en el cual nada ni nadie deberían ser excluidos. Y sin más, tanto feministas como homosexuales de forma independiente, confluyeron en gestas y diálogos que, por cierto, no fueron de sordos. De algún modo, algo de eso quedó registrado en la historia de los movimientos sociales para que se volviese a insistir años más tarde, tal cual lo hicieron en ese entonces.