Entrevista a David Harvey: La importancia de la imaginación post capitalista
Por Ronan
Burtenshaw y Aubrey Robinson
Hace cinco años la financiera Lehman Brothers hizo la declaración de quiebra más
importante en la historia de EE.UU. El
colapso de la financiera señaló el inicio de la Gran Recesión -la crisis más
sustancial en la historia del capitalismo desde la Segunda Guerra Mundial.
¿Cómo deberíamos entender los aspectos fundamentales de este sistema actual en
crisis? Y, a medida que este libra una guerra -disfrazada como austeridad-
contra la clase trabajadora, ¿qué mundo alternativo podemos imaginar?
Pocos pensadores han tenido mayor
influencia para responder a estos interrogantes que el geógrafo marxista David Harvey. A principios del verano
boreal, Ronan Burtenshaw y Aubrey Robinsonconversaron con él sobre estos temas.
-En este momento usted está trabajando con un
nuevo libro, Las diecisiete
contradicciones del Capitalismo. ¿Por qué se ha enfocado en
estas contradicciones?
-El análisis del capitalismo sugiere que hay
contradicciones significativas y fundamentales. Periódicamente esas contradicciones
se escapan de todo control y generan una crisis. Acabamos de experimentar una
crisis y creo que es importante preguntarse, ¿cuáles fueron las contradicciones
que la causaron? ¿Cómo podemos analizar la crisis en relación a las
contradicciones? Una de las afirmaciones geniales de Marx era que una crisis es siempre el resultado de
contradicciones subyacentes. Por lo tanto, tenemos que enfocarnos en esas
contradicciones y no en las consecuencias.
-Una de las contradicciones que usted analiza
es la diferencia entre valor de uso y valor de cambio de un bien, o commodity. ¿Por qué esta
contradicción es tan fundamental para el capitalismo, y por qué utiliza el tema
de la vivienda para explicarla?
-Debe entenderse que todo commodity tiene un
valor de uso y un valor de cambio. Si tengo un bistec, el valor de uso es que
puedo comerlo y el valor de cambio es el precio que pagué por él.
Pero la vivienda es
muy interesante porque por valor de uso se puede entender el refugio, la
privacidad, una amplia gama de relaciones afectivas entre personas, una larga
lista de cosas que te brinda una casa. Pero también está la cuestión de cómo
obtienes una casa. En una época, las viviendas fueron construidas por las
mismas personas que las habitarían, y no tenían un valor de cambio. Luego, a
partir del siglo XVIII se inició la construcción especulativa de viviendas -que
fueron construidas para ser vendidas. Desde entonces la vivienda adquirió un
valor de cambio para los consumidores como una forma de ahorro. Si compro una
casa y pago la hipoteca, puedo llegar a ser dueño de la casa. Entonces, poseo
un bien. Y por ende, empiezo a preocuparme por las características de ese bien.
Esto genera reacciones políticas interesantes: “No en mi patio trasero”, “No
quiero tener de vecinos a personas diferentes a mí”. Se inicia un proceso de
segregación en el mercado inmobiliario porque la gente quiere proteger el valor
de sus ahorros.
Después, hace aproximadamente 30 años, la gente comenzó a
usar la vivienda como un negocio especulativo. Podías comprar una casa y hacer
dinero -comprabas la casa por £200.000 y después de un año podías venderla por
£250.000. Ganabas £50.000, ¿por qué no hacerlo? Se impuso el valor de cambio. Y
partir de ahí, surgió el boom especulativo.
En 2000 después del colapso bursátil global el superávit de capital comenzó a
fluir hacia el mercado inmobiliario. Es un tipo de mercado interesante. Si
compro una casa y luego los precios suben, tú dices “los precios de la vivienda
están subiendo, debería comprar una casa”, y otros se suman. Se inicia una
burbuja inmobiliaria. Se infla hasta que explota. Luego, repentinamente mucha
gente se entera de que no pueden tener el valor de uso de la vivienda porque el
sistema del valor de cambio lo ha destruido.
Esto genera la
pregunta, ¿es una buena idea permitir que el valor de uso de la vivienda, que
es crucial para la gente, sea determinado por un sistema de valor de cambio que
está loco? Esto no es un problema exclusivo de la vivienda sino también de la
educación y de la salud. Hemos desatado las dinámicas del valor de cambio
pensando que va a proveer el valor de uso pero lo que sucede frecuentemente es
que el valor de cambio destruye el valor de uso, y la gente termina careciendo
de buenos servicios para salud, educación y vivienda. Por ello, creo que es muy
importante enfocarse en la distinción entre valor de uso y valor de cambio.
-Otra contradicción, que usted describió, se
refiere al proceso de cambio, a lo largo del tiempo, entre el énfasis sobre la
oferta en la producción y el énfasis sobre la demanda en el consumo
capitalista. ¿Podría referirse a cómo se manifestó esta contradicción en el
siglo XX, y por qué es tan importante?
-Uno de los problemas
más importantes es mantener una demanda adecuada en el mercado para poder
absorber lo que produce el capital. El otro es crear las condiciones para que
el capital pueda producir obteniendo ganancias.
Estas condiciones de
producción con ganancias, a menudo, significa la eliminación del trabajador.
Hasta el punto que implica represión del salario -pagar salarios más y más
bajos- para incrementar el índice de ganancias. Entonces, desde el punto de
vista de la producción, se intenta exprimir al trabajador tanto como sea
posible porque esto aumenta las ganancias. Pero entonces surge la pregunta,
¿quién va a comprar los productos? Si el trabajador es exprimido al máximo,
¿dónde quedaría el mercado? Si se exprime al trabajador demasiado se produce
una crisis porque no hay suficiente demanda en el mercado para absorber el
producto.
Poco después de la crisis de 1930, primó la
interpretación de que el problema había sido la demanda insuficiente. Hubo por
lo tanto un cambio hacia la inversión estatal para construir nuevas carreteras,
la inversión en los servicios públicos del New Deal, y todo eso. Dijeron “vamos a
revitalizar la economía mediante una demanda financiada por endeudamiento” y,
al hacer esto, se produjo un giro hacia la teoría keynesiana. Entonces, al
terminar la década de 1930, se logró obtener una capacidad muy fuerte para
manejar la demanda con alto nivel de intervención del Estado en la economía.
Como resultado de lo cual, la tasa de crecimiento fue muy alta, pero una tasa
de crecimiento alta conlleva más poder de la clase trabajadora con incrementos
salariales y sindicatos más fuertes.
Sindicatos fuertes y salarios altos implican que la tasa
de ganancia comienza a decrecer. El capital está en crisis porque no está
reprimiendo al sector laboral lo suficiente, entonces, se produce el cambio. En
la década de 1970, recurrieron a Milton Friedman y
la Escuela de Chicago. Ellos se
volvieron el factor dominante en la teoría económica y la gente empezó a
prestar atención a la oferta, en particular a los salarios. Se produjo la
represión salarial, lo que comenzó en la década de 1970. Ronald Reagan atacó a los controladores
aéreos; Margaret Thatcher, a los
mineros; Pinochet mató a la gente
de izquierda. Se produjo un ataque contra el sector laboral -lo que aumentó la
tasa de ganancias. Cuando llegamos a la década de 1980, la tasa de ganancias
dio un salto porque los salarios estaban siendo reprimidos y al capital le iba
muy bien. Pero luego surgió el problema de no tener dónde vender los productos.
La década de 1990 se
caracteriza por la economía de endeudamiento. Comenzaron a animar a la gente a
pedir préstamos -surgió una economía basada en las tarjetas de crédito y una
economía financiada en las hipotecas de alto costo para la vivienda. Ello ayudó
a tapar el hecho de que no había una demanda real, lo que explotó en 2007-2008.
El capital formula
esta pregunta: “¿trabajas desde el lado de la oferta o de la demanda?”. Mi
punto de vista de un mundo anticapitalista es que se debería unificar esa
dualidad. Debemos regresar al valor de uso. ¿Qué valores de uso necesita la
gente y cómo organizamos la producción de manera que satisfaga esos valores de
uso?
-Parecería que estamos en una crisis de
oferta, y sin embargo la austeridad es un intento de hallar una solución a la
oferta. ¿Cómo se entiende eso?
-Hay que diferenciar entre los intereses del capitalismo como
un todo y qué es específicamente de interés para la clase capitalista o para
una sección de ella. Durante esta crisis, y de una manera marcada, a la clase
capitalista le ha ido muy bien. Algunos de ellos fueron afectados por la
crisis, pero a la mayoría le ha ido extremadamente bien. Según estudios
recientes de países de la OCDE la
desigualdad social se incrementó pronunciadamente desde el inicio de la crisis,
lo que significa que los beneficios de la crisis han llenado las arcas de las
clases altas. En otras palabras, ellos no quieren salir de la crisis porque les
va muy bien con ella.
El conjunto de la
población está sufriendo, el capitalismo, como un todo, no goza de buena salud
pero la clase capitalista -particularmente la oligarquía- está extremadamente
bien. Hay muchas situaciones en las que los capitalistas a nivel individual,
actuando en función de sus propios intereses de clase, pueden hacer cosas que
son perjudiciales para el sistema capitalista en conjunto. Creo que actualmente
estamos en una situación de ese tipo.
-Usted dijo recientemente que una de las
cosas que deberíamos hacer en la izquierda es desarrollar la imaginación post
capitalista, comenzando por preguntarnos cómo sería un mundo post capitalista.
¿Por qué es eso tan importante? Desde su punto de vista, ¿cómo sería un mundo
post capitalista?
-Es importante porque
durante mucho tiempo nos han machacado la cabeza diciendo que no hay
alternativa. Una de las primeras cosas que tenemos que hacer es pensar sobre la
alternativa para poder empezar a construirla.
La izquierda se
volvió tan complaciente con el neoliberalismo que resulta difícil distinguir
entre sus partidos políticos y los de la derecha, excepto en cuestiones
nacionales o sociales. En política económica no hay muchas diferencias. Debemos
hallar una economía política alternativa a cómo funciona el capitalismo, y hay
algunos principios. Es por ello que las contradicciones son interesantes. Si
miras a cada una de ellas, por ejemplo, la contradicción de valor de uso y de
cambio y dices: “el mundo alternativo sería uno donde generemos valores de
uso”. Entonces, nos concentramos en valores de uso y tratamos de disminuir el
papel de los valores de cambio.
O en la cuestión monetaria -necesitamos dinero para hacer
circular las commodities,
sin duda. Pero el problema con el dinero es que puede ser apropiado por
personas, de manera privada. Se vuelve una forma de poder personal y luego un
deseo fetichista. La gente organiza sus vidas alrededor de la búsqueda del
dinero incluso cuando no se dan cuenta de que esto sucede. Por ello, debemos
cambiar el sistema monetario -ya sea poniendo impuestos a los excedentes o
creando un sistema monetario que lo disuelva e impida su almacenamiento, como
sucede con las millas aéreas.
Pero para poder
hacerlo también se debe superar la dicotomía de propiedad privada-estatal y
obtener un régimen de propiedad común. Y en cierto punto se necesita generar un
ingreso básico para la gente porque si existe una forma de dinero anti-ahorro
entonces hay que darle garantías a la gente. Es necesario decir “no necesitas
ahorrar para un día de lluvia porque siempre recibirás este ingreso básico no
importa lo que suceda”. Hay que otorgar esa seguridad por encima del ahorro
privado, personal.
Al cambiar cada una
de esas contradicciones se logrará una sociedad diferente, que sea mucho más
racional que la actual. Lo que sucede en este momento es que producimos cosas y
luego tratamos de persuadir a los consumidores de que consuman lo que sea que
producimos, en lugar de lo que necesitan o quieren. En su lugar, deberíamos
averiguar cuáles son las necesidades y los deseos básicos, y luego poner en
marcha un sistema de producción para generarlos. Al eliminar la dinámica del
valor de cambio se puede reorganizar todo el sistema de una manera diferente.
Podemos imaginar la dirección que tomará una alternativa socialista a medida
que rompa con esta forma dominante de acumulación de capital, que determina
todo lo que sucede hoy en día.