Pensar, reaccionar… (notas sobre las elecciones de ayer)

Por Juan Pablo Maccia



Las elecciones de ayer arrojan resultados francamente desalentadores. No es hora de esquivar el bulto; no vamos a ser derrotistas. Es hora de pensar, porque la derrota es política, y se debe a errores propios. Y reaccionar, porque no se puede avanzar con una conducción desgastada, a la defensiva, suplicando obediencia y consideración con los logros ya alcanzados. Aunque la memoria juegue un papel, la política se hace hacia adelante.

El kirchnerismo hizo más de lo que nos hubiésemos imaginado dentro de los marcos liberales que la insurrección del 2001 no llegó a derribar. Desde arriba y por sorpresa, desplazó los contornos de lo que se podía esperar de la política hecha desde el estado, en un contexto que le fue –por mil razones- absolutamente favorable.

El éxito trajo consigo una acumulación política veloz. Y el 54% de Cristina dio lugar a una ilusión tóxica. Creíamos que una minoría de dirigentes e intelectuales, mejores (en capacidades y valores) que el grueso de la sociedad, podría conducir a despreciados intendentes, sindicalistas, punteros y gobernadores. La muerte del líder jugó un papel en esta ilusión que anoche se hizo añicos.

A la revolución de los intendentes hay que sumar la de la “ciudadanía”. Las PASO no sirvieron para recomponer los partidos, pero sí para tramitar electoralmente la representación electoral que ya se venía anticipando a partir de “momentos comunicativos” como los promovidos por Jorge Lanata.

En el cambio de clima hay que contar el notable encumbramiento del Papa Francisco. Scioli, Massa, Carrió y Michetti son algunos de los políticos que se alinean en sus filas.

La izquierda –independiente y partidaria- no ha dado muestras de aportar nada significativo al presente político. Es momento de reaccionar.

Desde hace casi dos años vengo insistiendo con la necesidad de evitar que la derecha bloquee el liderazgo de Cristina. Ella, con todas sus contradicciones es la última representante de un modo de gobernar comprometida con las agónicas energías que vienen del 2001. Es la única que gobierna por izquierda a la derecha que puebla notoriamente las filas del FpV.

La vileza de una burocracia peronista y progresista obsesionada con la gobernabilidad y los negocios, sumado a la aquiescencia del verticalismo más escandaloso de los militantes más nobles de sus filas, hicieron el resto.

El riesgo, ahora es que del 70% que no votó al FPV surja una nueva mayoría, fundada en el resentimiento.

La presidenta falló tácticamente y anoche se la veía sin reacción. Todo converge hacia una difícil transición hacia el sciolismo. ¿Hay tiempo de reaccionar? Es necesario reaccionar. Y esa reacción, sea lo que fuese debe partir –a mi juicio- de por lo menos de tres premisas:

1. No se puede ser mayoría, pero sí, minoría intensa capaz de producir “momentos mayoritarios”. Los grandes intereses democráticos deben volver a primar. Sea la reforma de la justicia o de los medios, hay que ser claros en que no se trata de controlar el propio poder o de favorecer grupos empresarios amigos, sino que se está dispuesto a empujar dinámicas que rebasen todos los marcos. El mejor kirchnerismo ha sido el del gobierno en y del desborde.

2. El kirchnerismo se ha quebrado. A Massa lo apoyaron cuadros importantes de la era “Néstor”. El cristinismo es más chico –contra el efecto óptico que nos dejó el 54%- que el nestorismo.  ¿Cómo producir mayorías amplias desde minorías intensas? Es importante dar lugar a dirigentes provenientes de movimientos democráticos no controlados por la cúpula de Unidos y Organizados. El dispositivo de gobierno, que controla al peronismo, no puede ser un cerrojo a la interlocución de actores colectivos.

3.  Hay un capital único en la memoria de los derechos humanos y sociales. Pero no se puede hacer de eso un pasado de continuo homenaje i un orgullo por lo conseguido. Hay que contra-efectuar ese capital en las luchas actuales que se juegan en los diversos territorios.
Si está en juego la república, hay que mostrar que la democracia es igualitarismo y no formalismos moralistas.