Batman x 2
Che,fui a ver
Batman…
por Al Massenti
Fui a ver
Batman, la última. Y… caramba… la extrañeza se apoderó de mí. Intentar
comprender esa extrañeza, acaso con la ilusión de desextrañarla, es el motivo
de estas líneas.
No soy, y de
esto pueden dar cuenta mis perseguidores, un tipo paranoico. Pero pensaba,
mientras veía la película, “estos (un “estos” bastante indefinido que
involucraba de un solo tiro a los yanquis, a Hollywood, al capitalismo, a Mc
Donald´s, a Bush…), estos nos están haciendo mierda”, y sentía que mi cabeza
era un vaciadero de basura…
Pero no… no debo
comenzar por allí. Mejor será relatar la sensación que se apoderó de mí durante
la peli, sensación cuya pregnancia me acompañó durante unos días:
angustia. Iban pasando las escenas, iban
presentando a los malos, a los buenos, a los masomenos y yo, cada vez más angustia.
Los malos son malísimos… y los buenos, es decir Batman, es un parapolicial
armado y parapetado con los últimos avances de la ciencia en lucha
contrarrevolucionaria: vehículos super top, armadura antimotines liviana y
resistente, bombas de humo y cuantos firuletes se quiera.
Los malos atrapan
a todos los polis en los subterráneos (si, todas metáforas básicas para el
horror), luego cortan todos los puentes que conectan ciudad gótica con el resto
del mundo, y luego, psicópatas malísimos si los hay, ponen a unos contra otros:
“si uno solo cruza el puente, rosca para todos”, “si pasa esto, pumba para el
resto”, y cosas así de fuleras.
Pero, claro
está, son los malos, no cabria esperar otra cosa de ellos. No sorprende,
entonces, que liberen a todos los criminales, y que fomenten el caos total. Ni
que hablar de que toman las modernísimas armas de Batman y las usan para el
mal.
Todo eso tiene
su lógica… entonces: ¿A qué viene la angustia?
¿Se explica
solamente por frases como “ Batman somos
todos” (o algo así), que dice el comisionado invitando a la ciudadanía a
armarse, a unirse a la enloquecida Asociación del Rifle y a estar listo para
defender nuestros derechos y nuestras fantasías mas paranoides?
¿Alcanza para
explicarla que después de cargarnos con la ansiedad de lo malo que pueden ser
los malos, no haya un orgasmo de felicidad, que no haya siquiera un “Ah… por
suerte Batman nos salvo”, sino más bien una sensación de que Batman es más
parecido a un Grupo de Tareas que un viejo superhéroe?
¿Es suficiente
que los malos no tengan, según parece, otro plan; que no intenten destruirnos
porque son partícipes de otro proyecto al cual aman y respetan y sienten que la
luz de ese plan vale la oscuridad del actual proceder, sino más bien que son
malos per sé, sin otro fin que la destrucción?
Batman era, en los
años 60 y 70, una gran broma, era un chiste evidente para todos: los
archienemigos eran simpatiquísimos (recordemos al pingüino, al guasón y a la
diosa de gatúbela), sus planes de apoderarse de Ciudad Gótica, estrafalarios, y
los modos en que Batman resolvía los trances en que se veía atrapado, absurdos
y geniales (aún recuerdo el “por suerte Alfred me ha puesto hoy mi capa
anti-lava”). Y aquí creo que está el tongo, el tongazo:
Si alguien va a
ver una nueva peli de la saga de Hannibal el Caníbal, o la última de Freddy
Crugger, estará con todo su inconsciente listo para lidiar con las peores
psicopateadas pergeñadas por los autores hollywoodenses en cuestión, uno
preparará su propio morbo y se dispondrá a disfrutar de una visita al
inframundo. Pero… cuando vas a ver Batman (cuando yo fui a verla), el resabio
de la vieja Batman te arma un marco, te
da un ser, una predispocisión mental y hormonal, te lleva a un modo infantil
que espera ver un comic de un héroe de los de antes. Y allí me parece que te la
zampan. Porque vos llegas distendido,
siendo todo lo niño que podes ser, comprás pochoclo, te decís a vos mismo “uh,
que bueno… Batman”, y esa ilusión, esa predisposición es tan fuerte que, a
pesar de que te llenen la canasta de bosta, vos salís pensando todavía “uh…
jeje, Batman”, pero si pudieras ver tu rostro desde afuera, verías que por
debajo de esa sonrisa de niño que tu inconsciente se empeña en ostentar, estas
francamente, abiertamente, absolutamente cagado en las patas.