Reelecciones y generaciones: una idea coronada
por Juan Pablo Maccia
Han
pasado ya unos cuantos días del acto de Vélez. ¿Parecen meses? Desde
entonces (ver acá y acá) vengo planteando una idea: discutir ampliamente la posibilidad
de suspender la elección presidencial del 2015. Allí planteaba las
razones que sustentan este punto de vista. Si entonces la idea podía
parecer algo alocada, la aceleración del tiempo político confirma la
necesidad de aceptar la iniciativa y de ponerse en marcha de inmediato.
El
problema que planteo es sencillo. La Presidenta encarna una legitimidad
única, que brota por igual de su política de Derechos Humanos y sociales,
como del tipo (exitoso) de inserción con crecimiento en el mercado
global; sin dejar de lado la particular historia del kirchnerismo, lubricada con una
narración mitológica que encuentra su momento cumbre en la muerte del ex
presidente Néstor Kirchner y en la convocatoria a la juventud a
protagonizar un nuevo ciclo político.
Esa
legitimidad se ha mostrado, hasta el momento, intransferible. No aparece
dirigentes “del modelo” con peso electoral propio por fuera de los gobernadores. A este factor se le suma el hecho de que la Presidenta
no parece en condiciones de reunir los dos tercios del total de los
senadores y diputados para convocar a una reforma constitucional que
habilite una reelección.
Toda
alternativa política electoral, en el presente, es mediocre e
indeseable. Los más optimistas sueñan con una “operación Dilma”, es decir, aquel movimiento virtuoso que
permitió a Lula transferir su popularidad a una de sus ministras en sólo
dos años.
Desde
mi punto de vista, estamos ante un dilema de hierro. La legitimidad casi
monárquica de la Presidenta bloquea la emergencia de candidaturas
mínimamente atractivas, incluso en sus propias filas. Y, al mismo tiempo,
la presidenta es la única candidata impedida de postular a la máxima
magistratura.
II. Una idea, una generación.
Vengo
argumentando que este cerrojo sólo puede abrirse acudiendo a la
imaginación política de la única de las tres generaciones que
actualmente piensa lo político (la del '73, al del 2001, la que hace su
ingreso en Vélez) que no ha producido una forma política propia. La
generación del 2001 se ha disuelto o bien ha aceptado hacer de “puente”,
de asistente brillante entre la generación del '73 y la que nace al
fragor de los tiempos actuales. Esa generación, la de 2001, es la única que sabe
“pensar sin creer”. Es una generación más “filosófica” que propiamente
“política” y tal vez por eso, es ella la que puede ofrecer la idea que
falta: y esa idea, creo, es la de no acudir a esa mezcla de legalidad
constitucional y representación política en la que encalla la
construcción de la única legitimidad realmente densa en desarrollo.
III. Las razones de un proceso en desarrollo
¿Cuál es el trasfondo de este proceso? He argumentado que hay cuatro episodios fundamentales:
1. En América Latina se está inventando un nuevo tipo de capitalismo. Este fenómeno se da en el marco del capitalismo BRIC (Brasil, Rusia, India, y China) del ex tercermundo.
2.
La Presidenta argumentó en este sentido, hace menos de un
año, en favor de un capitalismo “en serio” (de producción, de consumo, de
elecciones) y en contra de un anarco-capitalismo (cínico-especulativo,
con altos grados de desocupación y crisis de representación). Creo que
la “juventud” es el interlocutor que la Presidenta ha encontrado para
desarrollar estas ideas.
3.
Verificamos un fenómeno especialmente importante, que abarca a buena
parte de Sudamérica: la concentración de legitimidades que se concentra
en los liderazgos presidenciales. Por razones aleatorias las
generaciones políticas en juego están carecen de la imaginación política
necesaria para enfrentar el problema de los límites a la reelección y
corren serios riesgos de confundir esta legitimidad con una serie de
ilusiones sobre la recuperación de la representación política y las
instituciones republicanas; o bien con una aceleración del proceso de
relevamiento que no se corresponde con la realidad.
4.
Resulta imperioso que aparezca otra imaginación, correspondiente a
otras experiencias. Creo que esta imaginación puede emerger con la
consigna “suspender las elecciones del 2015”. Tenemos que iniciar una
campaña descentralizada y total para impedir que se vote en el 2015. Si
no nos apuramos lo lamentaremos. Este es el aporte que puede hacer
nuestra generación. Aquellos que, sin ser una generación política, cuenta
con un capital invalorable e intransferible del que los demás carecen.
Sólo nosotros hemos alcanzado el hábito de pensar sin creer. Y dado que hemos sudado tanto para alcanzar estas cumbres, ya no será nada fácil desarmar estas adorables cabezas solo nuestras. Somos una generación más filosófica que política entre dos generaciones más políticas que filosóficas. Tal vez porque hemos tocado fondo. Hemos visto el mundo desde abajo. Somos eterno retorno, y no será fácil que la realidad deje de darnos, a su modo, la razón. Queda el hecho de que no tenemos potencia política propia. ¿Qué nos queda, entonces? Anunciar incendios. Llamar a no confiar en las instituciones, ni en los mesianismos, ni en las encuestas. Nuestro anarquismo requiere de corona. El anarquismo sin corona es puramente imaginario. Y nos revelamos sin medias tintas contra toda corona sin anarquía.
Sólo nosotros hemos alcanzado el hábito de pensar sin creer. Y dado que hemos sudado tanto para alcanzar estas cumbres, ya no será nada fácil desarmar estas adorables cabezas solo nuestras. Somos una generación más filosófica que política entre dos generaciones más políticas que filosóficas. Tal vez porque hemos tocado fondo. Hemos visto el mundo desde abajo. Somos eterno retorno, y no será fácil que la realidad deje de darnos, a su modo, la razón. Queda el hecho de que no tenemos potencia política propia. ¿Qué nos queda, entonces? Anunciar incendios. Llamar a no confiar en las instituciones, ni en los mesianismos, ni en las encuestas. Nuestro anarquismo requiere de corona. El anarquismo sin corona es puramente imaginario. Y nos revelamos sin medias tintas contra toda corona sin anarquía.
IV. La última semana
La
última semana la cuestión de la re-re se planteó de lleno. Como era de
prever, la omnipresente conciencia “progresistas” metió la cola de la
peor manera. Cuando aún flota en el aire la alegría de la
nacionalización de YPF, personas tan bien reputadas como el juez Eugenio
Zaffaroni nos recuerdan que en nuestro país, después de Menem, la re-re
es mala palabra.
Mientras
tanto el gobernador Scioli ha confirmado su estrategia: si la Presidenta no va por la re-re, aspira a heredar al kirchnerismo. No
importa que el kirchnerismo haya decidido que esto nunca sucederá.
Que
estos posicionamientos se desarrollen con miras al armado de las listas
legislativas del 2013 es cualquier cosa menos una casualidad. Y aún algo más
relevante: que todo esto ocurra mientras vemos, día a día, la decadencia
del sur de Europa (Grecia, España, Italia,), en contraste con la
relativa buena salud de los Bric. Como
nunca, la situación argentina se parece a la venezolana. Con una gran
diferencia: ellos están más cerca de Cuba; nosotros de Brasil.
V. Hacer política con ideas
Vuelvo
sobre las generaciones. Viejos y jóvenes no logran romper su idilio. Y
los cuarentones que circulan por ahí trabajan en función de ese amor.
Bien por las pasiones y las creencias, muchachos, pero precisamos ideas
claras para lo que se viene. Y esas ideas no van a salir de los
sesentones que sobrevivieron mal a la violenta historia de las últimas
décadas, ni de su inexperta contraparte.
Mi
soledad se siente acompaña. El texto de Oscar Monti, joven a pesar de
peinar canas, me confirma. Somos portadores de una actualidad inactual,
imprescindible para salir de esta verdadera encrucijada. A los
kirchneristas de bien les digo: no duden. Esta hipótesis que planteo es
la única que los beneficia. A los izquierdistas que se mantienen al
margen les recuerdo: nada sale de la nada. Sin sentido de la oportunidad
solo les queda el más mezquino de los oportunismos.
Piensen: toda alternativa es abierta –y aviesamente– peor.