El no derecho a ser ciudad *

por el colectivo Simbiosis Cultural


Los sonidos de la ciudad no eran los mismos esa mañana, el aire enrarecido colmaba los auriculares, las teles, todos los titulares que se expresaban en las miradas por todos lados. La voz del Indoamericano tomado había adquirido otra dirección.

No eran los mismos gestos en los colectivos, los almacenes, las verdulerías, las escuelas. Eran miradas cómplices entre sí, una complicidad que te excluía y te envolvía en incomodidad e incertidumbre. Claro, Macri le había puesto título a la toma: INMIGRACION DESCONTROLADA.


En ese momento, que un boliviano no sea admitido en el colectivo, que el trato a la verdulera sea distinto, el mayor desgano en los hospitales y el temor de las madres al llevar a sus hijos a la escuela, respondía a otro nuevo adjetivo: ocupa.

Parecía que ya no era un problema habitacional, ya no era el reclamo por una vivienda digna, ya no era la expresión mas desesperada ante la especulación inmobiliaria de quienes se ven obligados a sub-alquilar  un mínimo de espacio y de quienes ven en el tumulto una oportunidad de negocio a costa de la necesidad de otros; ahora era un problema limítrofe.

Conciencia del visitante

Todas esas impresiones fueron asimiladas y hasta confirmadas. Eran las mismas que revelaban la configuración de las acciones que también tomaría la colectividad boliviana. El sentirse ajeno (visitante) se convertiría en el arma fustigadora  ante cualquier forma de expresión, visibilización y reclamo.
Nuevamente la maquinaria comunicacional armaba el discurso que señalaba,  haciendo la diferenciación entre buenos y malos inmigrantes.

–“Nos hacen quedar mal a los paisanos.”
–“No todos los bolivianos somos ocupas, venimos a trabajar.”
–“Estamos acá de visitantes y no tenemos derecho a reclamar al Estado.”
–“Se equivocaron, pues hacen quedar mal a la gente digna y sana que trabaja
bien en el país vecino.” (Evo Morales)
–“Por qué ocupan, quién les manda a molestar aquí.” (Cónsul de Bolivia)

Todas esas expresiones marcharon, buscando la toma de conciencia y el volver a la invisibilización.

¿Qué hacemos?

Cuando la toma llegó a su punto mas álgido, el avasallamiento de sensaciones  paralizaba el conflicto interno que se había creado, ¿participar en la toma mixta y hasta contradictoria?, ¿enfrentarse a ese aparato comunicacional?, ¿corroer ese rol de visitante?, ¿devolver esas acciones primitivas de los vecinos?, ¿convertir a las víctimas en mártires? ¿de la lucha? ¿del racismo? ¿de la indiferencia? o simplemente alejarse para entender...

No sólo es el Indoamericano, es hacer ciudad

El impulso primario para entender que el Indoamericano no es ajeno a la composición de ser ciudad, los distintos actores y la relación entre sí, nos ayuda a ver más allá del mero conflicto, a la constante mutación del derecho a la ciudad.  Estas mutaciones permitieron que esa:

–“yo pago mis impuestos”
–“por qué no se van a su país”
–“el parque es de los vecinos”
–“me mato trabajando para pagar el alquiler y a ellos les regalan una casa”
–“nos vienen a robar el trabajo”
–“quién no tuvo un empleado paraguayo o boliviano”

…se conviertan en una nueva forma de estatus: LA VECINOCRACIA.

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* Este texto es el prólogo de Vecinocracia, aguda lectura de la ciudad y de la guerra de formas de vida que se dan en su interior a partir de los hechos ocurridos un año atrás con la “ocupación” del Parque Indoamericano. (Véase acá y acá la movida de presentación del libro)