El Kilombo Intergaláctico

Una apuesta por la autonomía en las entrañas del monstruo

Durham, Carolina del Norte. Comenzaremos por contarles de un país que ha estado viviendo bajo una ley de emergencia por diez años, que permite al gobierno espiar a sus ciudadanos sin su conocimiento, arrestar a las personas consideradas “sospechosas” y mantenerlos en detención indefinida sin cargos. Un país en el que la gente todos los días es detenida y hostigada por la policía por su condición racial, y donde los movimientos de resistencia han sido infiltrados sistemáticamente y destruidos por agentes de sectores tanto públicos como privados.

En este país, donde los programas de bienestar social se han eliminado gradualmente, el desempleo se ha elevado en un 20 por ciento, y el salario medio ha crecido sólo un 0.5 por ciento en las últimas tres décadas, el 60 por ciento de la población pasará al menos una parte de sus vidas dentro de los estándares de pobreza oficiales, y el 40 por ciento vivirá un período prolongado en la misma condición. Los estados donde son acogidos estos datos, no son lugares históricamente conocidos en el hemisferio norte por ser afectados por la pobreza, como lo son los bellos estados de Chiapas, Oaxaca, Guerrero, sino que ahora también sucede en Nueva York, California y Carolina del Norte.

Este es el Estados Unidos del siglo XXI, donde aproximadamente un millón de personas al año pierden sus hogares gracias a la ejecución hipotecaria de la crisis financiera de 2008. De ellos, un número desproporcionado son familias de raza negra. Los costos para el cuidado de la salud se han se han elevado un 300 por ciento en los últimos 20 años, y uno de cada tres varones afroamericanos se encuentra es la cárcel o bajo alguna forma de custodia de justicia penal.


No deseamos comparar el sufrimiento que existe en todo el continente, pero es necesario empezar a entender que existe un mapa global del capitalismo, que provoca la devastación del campo mexicano, marca la pauta de las relaciones entre personas de diferentes razas y la explotación en los Estados Unidos a los trabajadores mexicanos que sostienen tanto a las economías de ese país como la de México, a cambio de una miseria; y que la migración rural forzada en América Latina tiene una relación directa con el aburguesamiento urbano en los Estados Unidos.

Esa es el contexto en el que surgió El Kilombo. Somos un grupo de estudiantes, migrantes y trabajadores de diversos orígenes, mayoritariamente gente de color, trabajando en conjunto para cultivar, defender y reconstruir nuestra comunidad. En los Estados Unidos, el desplazamiento sistemático y la privación de derechos civiles ha dado lugar a la fragmentación social y la alienación individual, los cuales son típicamente tratados aquí por la medicación -la solución farmacéutica a los problemas sociales y la distracción- la solución moderna para el aislamiento individual. Hay aquí, sin embargo, como en todas partes, un hueco grande fuera de esa realidad.


El lugar donde vivimos se llama “El Hoyo”. Nuestro agujero cubre solamente alrededor de diez cuadras de la ciudad de Durham, Carolina del Norte, pero dentro de esos bloques está todo un mundo. Es lo que se considera un barrio pobre por los estándares oficiales, pero es muy rico en muchas otras cosas. Nuestros vecinos aprovechan el hecho de que algunos lugares en las calles están abandonadas para establecer BBQs y altavoces en sus patios para reuniones en la calle; los niños juegan fútbol y basquetbol en la calle y la gente está siempre trabajando afuera en las casas o automóviles de la misma comunidad.

Tenemos una huerta comunitaria que produce en abundancia; siempre hay paquetes de col rizada para repartir entre los vecinos. Nuestro centro social, en el corazón de nuestro barrio, está lleno todas las noches con gente que toma clases de computación e idiomas, además hacen uso de la biblioteca pública y el acceso a internet, o cenan juntos. Hay un parque, abandonado por la ciudad, pero recuperado como un campo de gran tamaño para el atletismo en la comunidad, donde los jóvenes pasar el rato y se reúnen las familias. Uno de los entrenadores de fútbol juvenil en la comunidad ha iniciado un programa de ejercicios para las mujeres del barrio. El parque, el centro social y las calles forman una especie de eje de encuentro y de sentido de comunidad para las personas en el barrio.

Hasta hace poco, la mayoría de la gente de otros lugares describía nuestro barrio como “peligroso”. Esta era la situación en casi todos los barrios de nuestra ciudad central, y de hecho en muchas de las ciudades centrales de los Estados Unidos, donde, tras la segregación, la clase media blanca salió de las ciudades a los alrededores y se llevaron con ellos servicios de la ciudad, trabajos y empresas, dejando a comunidades de color distanciadas de los medios más básicos para sobrevivir.

“El vuelo blanco” devastó casi todos los centros de la ciudad en el país, dando lugar a lo que se convirtió en el odiado “centro de la ciudad”, que en gran medida fue considerado como zona de delincuencia por los sectores público y privado. Pero es desde allí que los que quedaron en la selva de concreto, en su mayoría afro americanos, construyeron mecanismos de supervivencia y vida colectiva. Desde mediados de 1990, cuando se aprobó el TLCAN, la gente de México y América Central ha buscado un lugar a las afueras de los centros en la ciudad, incluyendo a El Hoyo, aquí en Durham. A medida que estas poblaciones encuentran maneras de llevar una vida colectiva en torno a la necesidad creativa, se forman nuevas fuentes y estilos de la comunidad.

Como siempre cuando la creatividad y la innovación desde abajo se convierte en vibrante y visible, la gente de “arriba” empieza a prestar atención. La fuga masiva de los blancos de clase media hacia las afueras en barrios cerrados, grandes jardines y muchos garajes, comenzó a regurgitar su impulso hacia la ciudad. De pronto, el deseo de comunidades “transitables” dentro de la ciudad se convirtió en el discurso del desarrollo, y “la revitalización urbana” se convirtió en el método.

En nuestro propio vecindario, los promotores privados vieron en nuestra comunidad las estructuras que ellos deseaban, pero no la población que ellos querían; comenzaron de manera sistemática la compra de los edificios y negocios en la zona y promocionaron una nueva imagen de vida urbana -apartamentos loft, residencias cercanas a centros comerciales, una “hip” boutique y un bar al aire libre. Las medidas de “seguridad” puestas por ellos -incrementando patrullas y “vigilantes en los barrios”- supuestamente creados para formar el barrio “transitable” para los clientes nuevos, quienes ignoran el hecho de que este barrio ha sido durante mucho tiempo transitado por otras personas que se han cuidado el uno al otro en contra de la policía, y no de ellos.

La “revitalización urbana” se ha convertido en el desmantelamiento sistemático y concentrado de la gente de color en los barrios, no sólo en el nuestro, sino en ciudades de todo el país. Simultáneamente a las políticas neoliberales que han socavado los servicios públicos y los presupuestos, las iniciativas “público-privado” fomentan especulación en las propiedades de las comunidades urbanas marginadas, con el argumento de que el estado está quebrado y la solución es el bien dotado sector privado. Bajo estos auspicios, espacios públicos y nuestros espacios en la ciudad son entregados a entidades privadas y los promotores del desarrollo, quienes pueden diseñar el espacio y su uso en una manera que sea oficial o efectiva para desplazar una comunidad e invitar a otra.

Tenemos que empezar a creer que la gentrificación no es un fenómeno local, ni siquiera de carácter nacional, sino que representa de manera particular la forma en que el capital global conquista en nuestro contexto. Esto ocurre debido a la importancia de la diversidad de razas en el contexto de los Estados Unidos. En nuestra ciudad, la división en el trabajo y la segregación depende muy estrictamente del acceso histórico de los recursos por las comunidades negras, blancas y latinas.

El parque en nuestro barrio es un buen ejemplo de esto. Querido y cuidado por el barrio, es uno de los últimos grandes espacios públicos abiertos, en el centro de la ciudad. Todos los días después del trabajo y la escuela, se encuentra lleno de gente jugando al fútbol y socializando. Cuando los promotores de desarrollo del sector privado empezaron a comprar las propiedades al lado del parque, instaron a la comunidad a abandonar sus planes para mejorar el parque y su popular cancha de fútbol, dejándolo caer en mal estado, por lo que después promovieron y patrocinaron la “renovación”. Los desarrolladores propusieron un elaborado plan para el nuevo parque, financiado con fondos privados; el aspecto más significativo era el de eliminar el campo deportivo, el cual era utilizado principalmente por la comunidad negra y latina en nuestra región para jugar al fútbol y otros deportes. Para nosotros esto no era simplemente la reducción del tamaño del campo, era más bien un ataque directo a nuestra comunidad.

Nos movilizamos como un grupo, negros, blancos, latinos, asiáticos, de todas las edades y estilos de vida, y el número de personas reunidas nos sorprendió; todos juntos fuimos a una reunión pública para protestar por el plan. Tuvimos acceso a los archivos públicos de la ciudad, como por ejemplo, documentos que revelaban los acuerdos entre las autoridades municipales y los promotores privados para impulsar la iniciativa privada sin consulta pública. Este tipo de organización en las diversas comunidades es algo que, después del desmembramiento de los movimientos sociales en los Estados Unidos en los años 60 y 70, es raro encontrar aquí.

Por el momento, la iniciativa privada está en espera. Ha sido una victoria para nuestra comunidad, pero sabemos que será una lucha de mucho tiempo. En nuestro barrio y como Kilombo hemos tratado de aprender de la original “coalición del arco iris” en los Estados Unidos. Aquí, en la década de 1970, muchos grupos, incluyendo a las Panteras Negras, los Young Lords (de origen puertorriqueño), y los Jóvenes Patriotas (de las comunidades blancas pobres de los Apalaches) se reunieron para organizarse colectivamente en torno a la autonomía de la comunidad. La particular diversidad de nuestra organización, con diferentes orígenes y lenguas, ha forzado algunas cosas y nos ha permitido aprender muchas más, ha sido muy difícil y muy valioso.

“Somos un ejército de pobres”, dice uno de nuestros miembros, uno de cinco hermanos y un sobrino que vinieron de Guanajuato. Todos ellos ahora trabajan alrededor de Durham, y pintaron un cartel de El Kilombo con un gran logotipo y una imagen de Zapata en él. No sabían mucho sobre el actual movimiento zapatista en Chiapas hasta que llegaron a Durham, Carolina del Norte, y se reunieron con el resto de nosotros. Por otra parte, algunos de nosotros no sabíamos mucho acerca de Durham, Carolina del Norte hasta que llegamos aquí y nos lo mostraron.

Hemos llegado a comprender que el asalto a nuestra comunidad es territorial. La lucha por el territorio es difícil para nosotros, donde las personas se mantienen en constante movimiento, a través de la migración forzada, la fugacidad de la vida estudiantil, y la búsqueda continua de trabajo a la que todos deben someterse en esta sociedad basada en los salarios. Pero también reconocemos que el proceso de “revitalización urbana” en los Estados Unidos sirve para fines similares a muchos de los planes de mega-desarrollo en el México rural: iniciativas, ya sean públicas o privadas que desplazan a las poblaciones, reorganizan su territorio para la extracción de recursos (tanto sociales como minerales , físicos y culturales), y reorganizan poblaciones geográficamente, para abordar las necesidades de capital de nuevos mercados, todo ello en nombre del necesario “desarrollo.” Y hemos aprendido mucho de las luchas en México, de los zapatistas en particular, sobre las recuperaciones de las geografías y los calendarios con el fin de volver a habitar, y reinventar un territorio de los nuestros.

Comenzamos por abrir un centro social donde las personas pudieran reunirse para conocer y hablar, y en donde pudiéramos tener comidas y eventos comunitarios. Comenzamos las clases de los idiomas inglés y español, alfabetización, clases de computación, ayudamos con las tareas a los niños, y se organizó una comisión de salud para establecer servicios gratuitos de consultas médicas y dentales. También se diseñó un seminario político para la comunidad, y empezamos a ubicar geográficamente los problemas y los recursos de nuestra ciudad. Muchos utilizaron el espacio y asistieron a programas desarrollados en lo que llamamosnuestra asamblea de la comunidad, el cual es un órgano colectivo de toma de decisiones que se reúne mensualmente para discutir y evaluar los proyectos en curso y el plan para el futuro. Cuando la crisis económica afectó en 2008, dañó de modo desproporcionado a las comunidades más pobres, como la nuestra. Nuestra asamblea determinó que la inestabilidad en el acceso a la alimentación, la vivienda y el trabajo fueron los factores principales que irrumpieron nuestras vidas y fragmentaron nuestra comunidad. Así que empezamos con tres proyectos definidos: una huerta orgánica para permitir la distribución gratuita de alimentos, una vivienda colectiva para reducir la demanda de vivienda en nuestro vecindario, y las cooperativas para proporcionar un empleo digno por cuenta propia.

A los centros urbanos en los Estados Unidos a menudo se les denomina “desiertos alimentarios”, lugares donde es difícil obtener alimentos asequibles y saludables. Las comunidades de color, que por lo general habitan en estos desiertos de alimentos, tienen tasas desproporcionadas de obesidad y diabetes, ya que la comida que se tiene a disposición es generalmente fast food o alimentos procesados industrializados. Muchos de los que llegamos desde México aumentamos de peso cuando llegamos aquí, porque la comida disponible para nosotros era diferente a lo que estábamos acostumbrados. El jardín de la comunidad nos dio la posibilidad de una fuente accesible y saludable de alimentos. La gente de nuestra comunidad tenía diferentes experiencias en cultivo de alimentos, pero ninguno era experto. Algunos de nosotros habíamos crecido en el mundo de la agricultura en México, pero no sabíamos nada sobre las cosas que surgen y crecen en el campo. Otros habían crecido en pequeños jardines, pero no sabían cultivar a gran escala. Otros no comíamos verduras, a pesar de que vivimos en el campo. A través de un proceso de ensayo y error, poco a poco estamos construyendo un gran jardín urbano que puede alimentar a nuestra comunidad. También estamos construyendo gallineros para comenzar a proveer a nuestra comunidad con huevo y pollo (afortunadamente muchos de nosotros ya sabemos cómo criar pollos).

También queremos tener viviendas dignas, donde podamos sentirnos a salvo de la amenaza de desalojo. Muchos de nosotros vivimos rentando en propiedades en mal estado; las casas en los Estados Unidos son caras – una familia de clase media en los Estados Unidos gasta un 25 por ciento de sus ingresos en vivienda, y para las familias pobres, ese porcentaje suele ser mucho mayor. En nuestra asamblea creamos una comisión de la vivienda que ha sido capaz de comprar casas que luego se alquilan entre nosotros mismos y se mantienen a través del trabajo colectivo para bajar lo más posible los costos de la vida cotidiana para la gente de nuestra comunidad. Todas nuestras casas están en la misma calle junto al jardín, y se ha convertido en una especie de territorio Kilombo, donde podemos empezar a construir diferentes tipos de vida comunitaria en conjunto. Tenemos estas pocas cosas que nos unen. Con toda honestidad, es muy poco, al menos en comparación con los de arriba. Pero tenemos un elemento: la organización, y nuestro compromiso con la misma hoy en día es mucha.

Por último, una explicación de nuestro nombre. Kilombo es una palabra bantú (hablado en lo que hoy es Angola) producto del portugués con influencias de algunas partes de la América, y sirve para describir a las comunidades de esclavos fugitivos. Kilombos existieron a lo largo de América con muchos nombres diferentes, incluyendo Cimarrones, comunidades Marrón yPalenques. Se mezclaron comunidades de esclavos fugitivos y de los pueblos indígenas, fusiones que no sólo se formaron para escapar de la esclavitud, sino para construir otra vida colectiva. Hemos elegido este nombre para enfatizar nuestro proyecto como una comunidad en lugar de una campaña, y por respeto y compromiso con el carácter trans e inter racial del Kilombo original. La segunda parte de nuestro nombre,Intergaláctico, es una palabra que hemos aprendido de los zapatistas. De ellos, aprendimos de la posibilidad y la importancia de los esfuerzos de la organización más allá de las ideologías y las identidades de la gente del grupo. Nos inspiramos en los esfuerzos de organización y fuerza de espíritu que la Otra Campaña y la Sexta Declaración de la Selva Lacandona ofrece. Cuando decimos Intergaláctico, queremos decir que encontramos resonancia en y con otras luchas organizadas de todo el mundo para una vida digna. Al final, con todos los Kilombos del mundo.
POR EL KILOMBO INTERGALÁCTICO
(www.elkilombo.org)
TRADUCCIÓN: SERGIO ADRIÁN CASTRO BIBRIESCA